miércoles, 3 de agosto de 2016

OSCAR WILDE, El alma del hombre bajo el socialismo.

Oscar Wilde escribió en 1890 un breve texto que es una declaración de amor, una declaración en la que hizo explícita su sintonía con el socialismo y, a la vez, mostró el menosprecio por la actitud de la  burguesía, aunque fuera ésta la que aclamaba sus obras (dejo de hacerlo por moralismo cuando se condenó al escritor por homosexual).


Wilde nació en Dublín en 1854 y murió  en 1900. Nueve años después sus restos fueron enviados al cementerio de Père-Lachaise en Paris. El último viaje que hice a esta ciudad, hace dos años, incluyó una visita a este célebre cementerio y una de las tumbas visitada fue la de Wilde, que sigue sufriendo agresiones por la homosexualidad del escritor (de ahí el cartel y el vidrio que la protege desde la última restauración), también flores y besos con carmín de admiradores/as del escritor.

PARÍS
Wilde entiende el socialismo de forma muy personal. Rechaza la propiedad privada como fuente de miseria, pero también por la renuncia a ser en beneficio del tener. No permite que el individuo quede diluido en la masa y ve al pueblo con desconfianza. El cambio tiene que partir del individuo y, por ello, de la emancipación interna que postulaba la anarquista Emma Goldman. La libertad es irrenunciable y por ello afirmó con contundencia su rechazo del socialismo autoritario, el que se impuso desde la revolución rusa de octubre de 1917. 

                              PARÍS, El cartel pidiendo respeto a la tumba de Wilde

Y por último, la utopía se dibuja desde la acracia que va más lejos del anarquismo al renunciar a la búsqueda y ejercicio del poder y no solo a cuestionar el gobierno. Resulta lógico que Wilde hable de rebelión (más que de revolución) entendida como subversión de los valores más profundos y enraizados en el ser humano. La rebelión no es solo económica, es contra la opresión que brota de todos los ámbitos de lo social.

La propiedad privada hace la vida insoportable

Wilde es decididamente partidario de la dignidad obrera y entiende el socialismo como propuesta que pone fin a la propiedad privada (qué lejos de la socialdemocracia en que habían empezado a derivar los partidos socialistas).
La sociedad ha de reconstruirse sobre una base tal que la pobreza resulte imposible. (…) la caridad degrada y desmoraliza (38).
La propiedad privada ha dañado al individualismo, confundiendo al hombre con lo que él posee, (…) el hombre creyó que lo importante es tener, y no supo que lo importante es ser (46). Es tan sencillo como que si no se pierde la vida en acumular cosas, se vive (47).

Individualismo y socialismo

Principal ventaja del socialismo: relevarnos de la sórdida necesidad de vivir para otros. ¿Alienación?
El socialismo conducirá al individualismo (39). Por eso, cualquier obra de arte es el resultado de la fidelidad del autor a sí mismo. El arte es la forma más intensa de individualismo que el mundo ha conocido (61).
El socialismo no puede ser autoritario, si así fuera, la condición del hombre sería peor que la actual (40). Toda asociación debe ser voluntaria (45). Por tanto la libertad es clave, empezando por la libertad de pensamiento: El hombre que no piensa por sí mismo no piensa (85).
Y la Utopía siempre en el mapa del mundo para que la vida tenga sentido:
Un mapa del mundo que no incluya Utopía no merece ni mirarse, pues deja fuera el país en el que la humanidad está siempre desembarcando. Y al desembarcar allí la humanidad y ver un país mejor vuelve a poner proa hacia ella. El progreso es la realización de las utopías (60).
DUBLÍN

Postula la ausencia de gobierno a la manera ácrata

Siempre que exista un hombre ejerciendo autoridad, existe un hombre que resiste la autoridad (48).
Todas las formas de gobierno fracasan (55).
Toda autoridad es degradante (55) y provoca falta de autonomía y que se piense lo que piensan otros, sin ser ellos mismos (56).
La desobediencia (…) es la virtud original del hombre. A través de la desobediencia, se ha progresado; a través de la desobediencia y a través de la rebelión (42).

Cuestiona la autoridad del pueblo porque es ciega, sorda, odiosa, grotesca, trágica, divertida, seria y obscena (81-82). No confía, en definitiva, en esa catarsis de la bondad intrínseca del pueblo, un concepto, por lo demás, siempre confuso puesto que bajo ese paraguas cabe todo el mundo… o casi.

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