martes, 23 de febrero de 2016

CON BREVEDAD: CORRUPCIÓN ENDÉMICA EN ESPAÑA

Tenemos tendencia a pensar que todo lo que ocurre es una novedad del presente. Esa percepción nos lleva a hacer falsas valoraciones acuciadas por la precipitación de la urgencia de la actualidad. Por desgracia, la corrupción no es una novedad en este país y conviene mirar el hecho desde la perspectiva histórica.


No me iré más allá de la Edad Contemporánea que inaugura un sistema político, el liberalismo que evolucionará a la Democracia, que afirma que la nación y posteriormente el pueblo gobiernan a través de sus representantes y al servicio de los mismos. Con anterioridad, los sistemas políticos daban por hecho, como señala Jacques Rancier en El odio a la Democracia, que gobernaban quienes tenían los títulos para gobernar a los hombres y mujeres, y estos eran dos: uno que estriba en la filiación humana o divina, o sea, la superioridad por nacimiento; otro que estriba en la organización de las actividades productivas y reproductivas de la sociedad, o sea, el poder de la riqueza. Los sistemas que claramente defendían ambos títulos para gobernar consideraban lógica la corrupción política, es decir, que los funcionarios públicos u otras autoridades públicas gobernaran en beneficio propio.


El liberalismo cuestionó el primero y la democracia el segundo. Otra cosa es si esto es real o seguimos gobernados por los superiores por nacimiento y los que tienen el poder de la riqueza bajo la apariencia del gobierno del pueblo. Esa reflexión será objeto de otro momento.

En España se dispuso de gobiernos liberales desde la muerte del último monarca absoluto, Fernando VII, en 1833 (con el antecedente de la Constitución de 1812 y el Trienio Liberal de 1820-23). Con soberanías nacionales y sufragios censitarios o elecciones manipuladas a través del encasillado y el caciquismo, el poder de la riqueza, de los propietarios, encumbró la corrupción como un elemento propio de la idiosincrasia del siglo XIX, exceptuando el breve intento del Sexenio Revolucionario (1868-1874) que fracasó de manera estrepitosa con la Iª República. La oligarquía controló férreamente el poder y gobernó para los amigos políticos que pedían favores a cambio de votos sin ocultarlo y sin ningún pudor o mala conciencia. Así, los políticos de la Restauración (1875-1931) recibían centenares de cartas para que la hija aprobara las oposiciones de maestra, el marido pudiera cambiar de destino militar, se construyeran infraestructuras en un lugar determinado o se favoreciera la venta de acciones de una empresa con problemas. Estas cartas, que he podido consultar en el caso del liberal, y varias veces ministro, Víctor Balaguer, no eran destruidas porque se consideraba algo habitual y no vergonzoso.



De este cambalache quedaba excluida la mayoría de la población que era marginada del poder a través de la manipulación electoral. El gobierno de la oligarquía alcanzó a ser tan desvergonzado en la Restauración, a través del bipartidismo y el turno pacífico, que se fue conformando una respuesta social a través del movimiento obrero de mayoritaria influencia anarquista y una respuesta política que consideró la Republica como la solución a toda esta injusticia en el reparto de la riqueza. Así, tras 56 años (incluyendo la primera Dictadura del siglo XX en España) el sistema de la Restauración fue desplazado del poder.

La IIª República, el primer sistema democrático que, brevemente, conoció España, intentó con poca fortuna acabar con el caciquismo, la oligarquía, la corrupción y la injusticia social. Demasiadas expectativas que pronto se frustraron entre quienes habían confiado en la “Gran Promesa” que se venía levantando desde hacía tiempo con la ilusión de la república. Todo acabó sangrientamente en una guerra civil y 36 años de Franquismo, un sistema totalitario que enseñoreo de nuevo, y con mucha más facilidad, el poder de la riqueza y la superioridad por nacimiento. La corrupción, desde la arbitrariedad del totalitarismo, volvió a estar vigente hasta la muerte del dictador en 1975.


Cuando se inició la Democracia actual, a partir de las primeras elecciones libres y la Constitución (1977-1978), el patrimonio con el que contábamos en cuanto a la existencia de un sistema democrático que perseguía la corrupción eran los cinco escuálidos años de la IIª República en los que no se logró acabar con ella (ahí están los casos de corrupción del Gobierno Lerroux) pero se condenó. Casi 140 años de existencia de la corrupción generan un comportamiento en la población y en la clase política de laxitud ante esta y de comprensión hacia los listillos/as que la practican. La corrupción está en el ADN de la población española que vota a políticos/as y partidos corruptos. De hecho, todos los partidos que han ganado las últimas elecciones, generales o autonómicas, forman parte de dichos partidos, incluso dentro de los nuevos partidos hay otros, me refiero a Izquierda Unida, que estando en los consejos de administración de las Cajas de Ahorros, no denunciaron lo que estaba ocurriendo en ellas, por no hablar de las famosas tarjetas opacas que utilizaron considerando normal ese premio a su silencio. La corrupción ha contaminado incluso a los sindicatos mayoritarios que continúan ganando las elecciones sindicales.



Si continuamos pensando que la corrupción es cosa de cuatro políticos/as que están en el poder y que con retirarlos de los partidos y del poder político se soluciona todo, estaremos prolongando un mal endémico que tiene difícil solución. La regeneración tiene que venir de abajo a arriba, empezando, por ejemplo, por no avalar a quien practica la corrupción, sean los partidos, el vecindario, las consultas médicas sin factura, las chapuzas sin IVA o los/las colegas del trabajo. También es factible una subversión colectiva del orden establecido cotidiano que corté nuestras contribuciones al Estado mientras se mantenga la corrupción (en especial el sistémico fraude fiscal de los y las poseedoras de la riqueza).

7 comentarios:

  1. Empezamos riéndole las gracias a nuestros hijos cuando hacen una pintada en un lugar histórico, Granada está llena de ellas, dejamos que los fines de semana se atiborren de alcohol tirando la basura al suelo destruyendo las parterres, los bancos públicos y realizando sus necesidades fisiológicas en cualquier esquina, si aceptamos esto cuando son niños o casi niños, cuando son adultos aquello que eran gamberradas aceptadas por padres e instituciones se transforma en quitar de aquí y de allí, al no existen controles de ningún tipo, lo que antes era romper bancos y pintar paredes ahora son robar dinero público y lo que empieza porunas pesetillas, o eurillos, se transforman en miles o millones de euros, guardadas en paraísos fiscales.

    El problema de la corrupción es que está tan asumida en la sociedad que no es fácil eliminarla, habría que empezar con poner controles con gente "incorruptible" ¿los hay?, aplicar sanciones económicas importantes, muy importantes, considerar corrupto tanto el que da como el que toma, la justicia debe de ser muy rápida y la educación, nos preguntamos todavía ¿porqué se eliminó la asignatura educación para la ciudadanía?.

    Un abrazo.

    PD/ Que decir de los paraísos fiscales, mientras estén en vigor, luchar contra aquellos que evaden dinero a lo público será imposible de evitar, el capitalismo ganó la batalla hace tiempo.

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    1. Estoy muy de acuerdo con tu reflexión. Dado lo difícil que es evitar la corrupción por nuestra cultura política, el único método que se me ocurre es que se pongan límites a "estar" en la política, que no sea un oficio, que se renueve continuamente. Lo que perdamos en eficacia, y habría que ver si se pierde, lo ganaremos en honestidad y en poder construir otra cultura de lo que significa dedicarse a la política. Mira Evo Morales, alguien que admiré en su momento y que cree que necesita ÉL estar más tiempo en el poder... Qué pena.
      El segundo método es que quienes estamos en contra de la corrupción no votemos, o consintamos, corruptos/as.

      Como tú soy escéptica, pero pese a ello aún pienso que hay que seguir luchando aunque sea por cosas pequeñas pero que signifiquen algo honesto, digno y justo.

      Un abrazo!!

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  2. No es como para sentirse orgullosos. Una llamada de atención, como ésta, siembra una idea y crea una necesidad que, por pequeña que sea, irá creciendo y extendiendose en la sociedad. Tampoco confió en una pronta solución salida de las nuevas formaciones. Un beso.

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    1. Estamos de acuerdo, pero no sé si mi llamada desde el margen puede servir de algo o es un grito en el desierto.

      Un beso!!

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  3. La llevamos clara... o más bien oscuro... mucho.
    'Cría cuervos...'

    Besos!!!

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    1. PD: O... 'De aquellos barros, estos lodos'.

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    2. Tenemos poca cultura política de la honestidad. ¿Podremos cambiar el rumbo?

      Besos!!

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