miércoles, 3 de junio de 2015

STEFAN ZWEIG, Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia.

Nunca necesito motivos para leer a Stefan Zweig, uno de mis autores favoritos. Esta obra hacía un tiempo que la tenía en un rincón donde voy poniendo aquellos libros que considero de lectura inminente (aunque resulta que, a veces, no lo es tanto porque se me van colando otros).


Esta obra de 251 páginas deja claro en su título que se trata de una confrontación entre dos hombres, Castellio, y su defensa de la conciencia libre, y Calvino, y su defensa de la constricción de la libertad a través de la violencia. Fue escrita en 1936, un año fatídico en el que quedó definitivamente claro que se habían definido dos bloques antagónicos en Europa: las potencias totalitarias con políticas exteriores agresivas y que habían entrado en una loca carrera de rearme, y las potencias democráticas con políticas pacifistas, aunque ambiguas frente al fascismo al que consideraban garantía frente al comunismo. En este año la política expansionista japonesa seguía su curso en el Pacífico y Asia. Se inició en julio la guerra civil española. Se formó el eje Roma-Berlín y se firmó el Pacto Anti-Komintern con Japón, al que se unió Italia. Hitler tomó la decisión de la reocupación militar del  territorio desmilitarizado del Rin. Italia se anexionó Etiopía y marcó como territorio de expansión el Mediterráneo.

Las leyes de Nuremberg, de claro contenido racista y antisemita, se habían aprobado el año anterior y, sin embargo, Stefan Zweig confiaba, pese a las advertencias por carta en sentido contrario de su amigo Joseph Roth, en que el nazismo acabaría por perder importancia y que, siendo preocupante, no llegaría a mayores.

La historia tiene sus misterios, su azar, sus volutas en las que parece que todo se repite ya que fue también en el año 36, 1536, cuando la ciudadanía ginebrina, convocada por el sonido de los clarines se reunió en el “ágora” y levantando unánimemente la mano, declaró que querían vivir exclusivamente según el evangelio y la palabra de Dios y de esta manera la religión reformada se implantó como doctrina del Estado y como único credo válido y permitido. 

Ese bucle de la historia permite hablar del año 1936, pese a que la obra de Zweig nos sitúa en 1536. Resulta evidente a través de su lectura que el autor establece un paralelismo, salvando 400 años de historia, entre la lucha que Castellio libró con Lutero y la que se vislumbraba en Europa. O lo que es lo mismo, tolerancia, libertad, humanismo y conciencia, frente a persecución, tutela y fanatismo. Pero hay algo más, Zweig reflexiona sobre la tendencia que tiene el ser humano a confiar en el mesianismo (calvinista, nacional-fascista u otros propios del siglo XXI) para resolver sus problemas y sumergirse y escudarse en la colectividad para apoyar la persecución de hombres y mujeres heterodoxas, discrepantes, librepensadoras, herejes, personas con criterio propio, en definitiva.


Señala Zweig que de la arbitrariedad surge el dogma. De la libertad, la dictadura. De la exaltación anímica, una rígida norma espiritual (p. 30), y una no sabe si habla solo del siglo XVI, del XX o del XXI, del calvinismo, del stalinismo o del neoliberalismo y su falsa libertad denunciada por Byung-Chul Han, puesto que una tiranía dogmática surgida de un movimiento en pro de la libertad es siempre más dura y más severa con respecto a la idea de libertad que cualquier poder hereditario (51).

Resulta coherente que las dictaduras siembren el terror, eliminen la libertad, intimiden al individuo hasta que, sin ofrecer resistencia, se diluya en el rebaño devoto y sumiso hasta que todo lo singular desaparezca. Igualmente les une a los totalitarismos su deseo por eliminar todo lo que alegra la vida y la hace digna de ser vivida: el arte, el teatro, las diversiones, las fiestas populares, el baile o el juego.

Resulta muy difícil oponerse a una dictadura ya que, mientras una idea no se una al descontento, seguirá siendo una débil murmuración, una fuerza solo latente, en lugar de activa (82). Y mientras esa unión se produce, solo individualidades con un pensamiento diferente, como Miguel Servet y Sebastian Castellio, se levantan con su libertad interior para enfrentarse, sin posibilidad de éxito, al terror dictatorial. Son solitarios que se convierten en símbolos de la disensión ideológica. A estos dos hombres, entre miles de indefensos que fueron vejados, quemados, decapitados, estrangulados o ahogados en el patíbulo de un siglo especialmente violento, dedica Zweig este libro, a recorrer su calvario frente al poderoso.

La unión de religión y Estado convirtió a los disidentes religiosos en verdaderos agitadores que alteraban el orden social, por ello eran tan peligrosas palabras tan simples como esta afirmación de Castiello:
Buscar y decir la verdad, tal y como se piensa, no puede ser nunca un delito. A nadie se le debe obligar a creer. La conciencia es libre (151).
El Estado ante este peligro de alteración del orden social y religioso admite el derecho a la represión y la violencia. Castiello escribió el “yo acuso” de su época con su Contra libellum Calvini, una obra que dirigida contra Calvino, gracias a su fuerza moral, dice Zweig, será una de las más brillantes polémicas escritas contra cualquier intento de acallar la palabra por medio de la ley; el modo de pensar, por medio de una doctrina; y la conciencia nacida para siempre libre, por medio de la fuerza por siempre despreciable (185).

Castellio arremete contra la intolerancia de Calvino y, mucho más, contra el uso de la violencia y el asesinato por pensar diferente y supo descargar palabras irreverentemente peligrosas:
Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet no defendieron ninguna doctrina, sacrificaron a un hombre. Y no se hace profesión de la propia fe quemando a otro hombre, sino únicamente dejándose quemar uno mismo por esa fe (196).
Miguel Servet fue quemado vivo en la hoguera y Castellio se lo ahorró porque murió antes, sus obras fueron quemadas y se impidió su edición durante mucho tiempo, sucumbieron ante el fanatismo estrecho de miras que siempre intenta violentar las conciencias, sin embargo, la humanidad debe mucho a estos solitarios que pese a la violencia ejercida desde el poder, defendieron su opinión soberana.
No deberíamos olvidar estas palabras de Zweig:
Nunca un derecho se ha ganado para siempre, como tampoco está asegurada la libertad frente a la violencia, que siempre adquiere nuevas formas. A la humanidad siempre le será cuestionado cada nuevo avance, como también lo evidente se pondrá en duda una y otra vez (251).
 

8 comentarios:

  1. Esas últimas palabras de Zweig que has puesto en tu entrada, deberían estar colocadas en cada uno de los rincones denuestras casas, así nos recordarían que los derechos y libertades que tenemos o aquellos que aún nos faltan por tener, hay que pelearlas día a día, en el momento que dejemos de hacerlo, las perderemos o no las alcanzaremos.

    Un abrazo.

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    1. Totalmente de acuerdo, nunca hay nada ganado, la historia no avanza siempre hacia adelante (optimismo ilustrado heredado por las diferentes corrientes del socialismo: marxismo, anarquismo, etc).

      Un abrazo!!

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  2. De Zweig me gusta su capacidad para condensar toda una historia dentro de mínimas páginas, si ha necesitado tantas en esta ocasión, será por contener multitud de conceptos e ideas. Tengo poca esperanza en las mayorías, sean religiosas, sociales o políticas, como impulsoras del progreso y las veo proclives a imponer su comodidad, a uniformizar y tendentes a perseguir y penalizar la diferencia. Un beso.

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    1. Te falta por leer algunas obras voluminosas de Zweig que te recomiendo (de las que he leído): La impaciencia del corazón y especialmente desde la perspectiva histórica, El mundo de ayer. Memorias de un europeo.

      Desde el escepticismo, coincido contigo, pese a ello necesitamos imitar la actitud de Castiello por coherencia personal, honradez y honestidad.

      Un abrazo!!

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  3. Yo también me quedo con ese último párrafo.
    Un tema siempre vigente.

    Besos!!!

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    1. Pues la obra es magnífica, la lucha de un hombre solitario contra la maquinaria del Estado y la religión. Ahí es ná!!

      Un abrazo!!

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  4. Comparto el gusto por las obras de STEFAN ZWEIG, pero no he leído "Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia".. Estamos a tiempo...Muchas gracias

    Te felicito por esta bitácora que, gracias a ti, acabo de descubrir

    Un abrazo

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    1. Esta obra te gustará seguro.
      Gracias de nuevo Luis Antonio.

      Un abrazo.

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