EUGEN KOGON, El Estado de la SS. El sistema de los
campos de concentración alemanes.
Llegué a
este libro a través de Primo Levi en su obra, Si esto es un
hombre. Buchenwald fue el primer lager
que cayó intacto en manos de las tropas aliadas. Los servicios de inteligencia
norteamericanos (el Intelligence Team
de la Psychological Warfare División)
llegaron a este campo con la intención de estudiarlo y presentar un informe.
Pronto comprendieron que a las personas ajenas no les sería posible comprender
ni valorar las complicadas relaciones internas del lager y que el informe debería
hacerse en estrecho contacto con prisioneros del campo. El nombre de
Kogon, sociólogo y especialista en ciencias políticas, formaba parte de una
lista de personas recomendadas que había sido entregada a los norteamericanos
por emigrantes que se encontraban en Estados Unidos y a él le encomendaron la
tarea de elaborar dicho documento. Su informe fue una descripción minuciosa de Buchenwald,
campo en el que estuvo prisionero seis años, constaba de 400 páginas
mecanografiadas que contenían un informe principal de 125 páginas elaborado por
Kogon, y cerca de 150 informes de distintas personas a las que se les había
pedido una opinión basada en sus experiencias. Entregado el informe se le
recomendó a su autor que lo reelaborara como libro ampliándolo a todos los
campos de concentración. El Estado
de la SS se convirtió, desde su publicación en 1946, en una obra de
referencia que fue utilizada en los juicios de Nuremberg. Reeditada con éxito
en 1977, continúa siendo una obra imprescindible. No estamos ante un estudio histórico al uso,
más bien tiene un carácter sociológico en el que el contenido humano, político
y moral destaca por encima de otros aspectos más académicos.
Eugen
Kogon nació en 1903 y murió en 1987 en Alemania, hijo de madre soltera de
origen ruso-judío, fue entregado en acogida a una familia que lo educó en
centros católicos. Su ideología combinó el cristianismo con el socialismo, hombre
de vocación humanista, se opuso al régimen nazi, sufriendo su tercer y
definitivo arresto por la Gestapo en Viena, cuando la anexión de Austria (marzo
de 1938). En septiembre de 1939 fue internado en uno de los mayores campos de
concentración del Tercer Reich, el de Buchenwald (en las proximidades de
Weimar, Turingia); su confinamiento se prolongó hasta el final de la Segunda
Guerra Mundial.
Per me si va nella città dolente.
Per me si va nell’eterno dolore.
Per me si va alla perduta gente.…
Lasciante ogni speranza voi ch’entrate!
(A través de mí se va a la ciudad doliente.
A través de mí se va al eterno dolor.
A través de mí se va al pueblo de los perdidos.…
¡Abandonad toda esperanza, los que entráis!)
El
infierno de Dante sería una excelente metáfora del mundo del lager, del otro mundo, sobre el que reflexiona Kogon en un primer capítulo, titulado “El
terror como sistema de dominio”, que incorporó en 1948. El terror es
considerado como método de violencia que salta por encima del Derecho y
corrompe cualquier idealismo, si es que el nazismo llego a tenerlo alguna vez.
El estado de pánico deja desamparado al ser humano y lo vence, creando la
verdadera relación de superioridad e inferioridad. El autor afirma que las masas no reaccionan ante una ilimitada
aplicación de violencia y si lo hacen es individualmente y según sus intereses.
Los
24 capítulos restantes son un recorrido minucioso sobre los fines y organización
del Estado por parte de la SS, así como el tipo de vida de éstos y el mundo de los campos en los que reinaban:
organización, clases, prisioneros, el trabajo, los castigos, la alimentación,
las condiciones sanitarias, las instalaciones especiales, etc. Estos capítulos
son esencialmente descriptivos, minuciosos, templados y, sin embargo, dibujan
un mapa del horror difícil de olvidar y
que impacta. Los campos iban mucho más lejos en sus objetivos que la mera
explotación de los prisioneros como esclavos, pretendían destruirlos y
reducirlos a una condición inferior a la del ser humano, degradarlos, bestializarlos
y convertirlos en despojos sin alma que se dejaran conducir al matadero como
las bestias.
Tras
la descripción detallada de los campos, Kogon concluye con tres capítulos
magníficos en los que reflexiona sobre la psicología de la SS, de los
prisioneros y la actitud del pueblo alemán hacia los campos.
El
esquema psicológico de los miembros de la SS respondía a unos contenidos de la
conciencia, precisos, dogmáticos, simples y sin elaborar. Eran hombres en los
que no hacía ningún efecto la razón ni los ideales auténticos, eran unos
bárbaros sin cultura, es decir, sin capacidad crítica, quizás por ello practicaban
la doble moral sin pudor y desde su conciencia de señores, de élite, todo tenía
que suceder según su voluntad, mostrando un desmesurado afán de poder.
La mediocridad, tanto si residía en la inteligencia, en el espíritu, en la voluntad, en la fantasía como en la múltiple socialización de las cualidades del alma humana, llevo a esas personas a la SS, y allí, afirmando su superioridad, encontró cobijo; la mediocridad las mantuvo en la SS y las empujó de vicio en vicio, de crimen en crimen. El comportamiento de cada uno de los miembros de la SS, independientemente de su graduación, era característico de este comportamiento básico y del sistema (p. 455).
La
psicología de los prisioneros era sometida desde la entrada en ellos a una
prueba terrible: Los campos de
concentración trituraban las almas de sus víctimas como piedras de molino.
¿Quién era el que podía salir inmune de este proceso? No hubo nadie que
saliese igual que entró (p. 457). Kogon describe cómo se producía la adaptación
al campo o la muerte; que la
supervivencia era el resultado de un conjunto de circunstancias y que no era
solo producto de un esquema simplista basado en la inteligencia, la voluntad y
el espíritu. Soportar el proceso de profunda
humillación y degradación personal al llegar al campo constituía la primera
selección. En tres meses se producía un desmoronamiento espiritual y físico que
conducía a la muerte o el suicidio, a la adaptación a la degeneración del campo
o a dominar la situación si se demostraba la suficiente fortaleza de carácter… realmente se necesitaba mucho tiempo para
que el espíritu, arrancado de un mundo firme, pudiese hallar su mundo de
gravedad interno en el mundo salvaje, a vida o muerte, en el que había sido
arrojado (465).
Sobre
si el pueblo alemán sabía o no sabía el horror de lo que sucedía en los campos,
sobre las razones políticas, religiosas o psicológicas por las que arraigó una ideología
como el nazismo y sobre la nula reacción del pueblo alemán, como pueblo, a la injusticia,
son los pivotes sobre los que gira el último capítulo de este excelente y
necesario libro.
Kogon
quiere testimoniar lo sucedido en el Estado de la SS y en los lager para que nunca pueda repetirse
algo similar:
¡Qué Dios libre al mundo en el futuro, después de semejantes ejemplos, de todos los profetas que nos hablan de la “lucha por la existencia”, esto es, de trasladar la ley de la selva a la sociedad humana (p. 464).