sábado, 30 de agosto de 2014

LAS BOLSAS DE OLVIDO, EN LA HISTORIA, NO EXISTEN

KATI HORNA
Este texto enlaza con el anterior, titulado “¿Historia Muda?”, puesto que H. Arendt afirma que la historia siempre acaba hablando incluso por los pequeños resquicios que los regímenes totalitarios pueden dejar. Tan importante como esta argumentación de que las “bolsas de olvido” no existen es la convicción de que cualquier acción frente al terror totalitario es útil aunque en el momento no lo parezca. He aquí la responsabilidad de gran parte de Europa y de los europeos/as en el escaso número de casos como el del alemán Schmidt y la importancia de la Resistencia en Europa por parte de otros europeos/as.

KATI HORNA

Anton Schmidt estaba al mando de una patrulla que operaba en Polonia, dedicada a recoger soldados alemanes que habían perdido el contacto con sus unidades. En el desarrollo de esta actividad, Schmidt había entrado en relación con miembros de las organizaciones clandestinas judías (…) y había ayudado a los guerrilleros judíos proporcionándoles documentos falsos y camiones del ejército. Y, lo cual es todavía más importante: <<No lo hacía para obtener dinero>>. Lo anterior duró cinco meses, desde octubre de 1941 hasta marzo de 1942, en que Schmidt fue descubierto y ejecutado.
(…)
Cierto es que el dominio totalitario procuró formar aquellas bolsas de olvido en cuyo interior desaparecían todos los hechos, buenos y malos, pero del mismo modo que todos los intentos nazis de borrar toda huella de las matanzas –borrarlas mediante hornos crematorios, mediante fuego en pozos abiertos, mediante explosivos, lanzallamas y máquinas trituradoras de huesos-, llevados a cabo a partir de junio de 1942, estaban destinados a fracasar, también es cierto que vanos fueron todos sus intentos de hacer desaparecer en <<el silencioso anonimato>> a todos aquellos que se oponían al régimen. Las bolsas de olvido no existen. Ninguna obra humana es perfecta, y, por otra parte, hay en el mundo demasiada gente para que el olvido sea posible. Siempre quedará un hombre vivo para contar la historia. En consecuencia, nada podrá ser jamás <<prácticamente inútil>> por lo menos a la larga. En la actualidad, sería para Alemania de gran importancia práctica, no solamente en lo referente a su prestigio en el extranjero, sino también en cuanto concierne a su tristemente confusa situación interior, que pudieran contarse más historias como la del sargento Anton Schmidt. La lección de esta historia es sencilla y al alcance de todos.

HANNAH ARENDT, Eichmann en Jerusalén, DeBolsillo, Barcelona, 2013 (séptima edición), pp. 335-336 y 339.

sábado, 23 de agosto de 2014

¿HISTORIA MUDA?

VANESSA WINSHIP

No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la historia humana se niega a callarse la boca. El tiempo que fue sigue latiendo, vivo, dentro del tiempo que es, aunque el tiempo que es no lo quiera o no lo sepa.
                                                 EDUARDO GALEANO

sábado, 16 de agosto de 2014

MUJERES EN GUERRA


La conmemoración del cien aniversario de la Iª Guerra Mundial está propiciando la publicación de numerosos artículos sobre el tema. El periódico Diagonal, nº 228, 31.07-10.09.2014, ha publicado un dossier en el que participo con un artículo sobre cómo afectó la Gran Guerra a la situación de las mujeres europeas.

Reproduzco el artículo porque es difícil leerlo escaneado.




MUJERES EN GUERRA
Vivir y luchar, la misma cosa son…

LAURA VICENTE

Ese vivir y luchar, escrito para un himno sufragista por la feminista Cicely Hamilton, sintetiza la actitud con la que las mujeres afrontaron los cambios que propició la Iª Guerra Mundial en la condición femenina. Cuando se fundaron los movimientos sufragistas en el siglo XIX, la estructura patriarcal mostraba una figura monolítica sancionada por los siglos y con convicciones inamovibles: la certeza de la superioridad masculina y la natural subordinación de las mujeres. Gracias a la influencia de las feministas de finales del XIX y principios del XX, el sistema patriarcal empezó a resquebrajarse.

El año 1914 podría haber sido el de las mujeres, por la gran movilización feminista que se producía en aquellos momentos, pero fue el año de la guerra que colocó a cada sexo en su sitio. La contienda bélica separó radicalmente los sexos y marcó una tregua cuando las sufragistas abandonaron la lucha a favor del voto para dedicarse a la guerra. Sin duda alguna, las feministas, al igual que las clases populares, participaron de la fiebre nacionalista y suspendieron sus reivindicaciones para cumplir con sus deberes y dar pruebas de respetabilidad. Pero cuando en otoño de 1914 quedó claro que la guerra no sería breve, y que requería de sostén en la retaguardia  y del concurso de las mujeres, no hubo dudas a la hora de movilizarlas.

El patriotismo rompió los compromisos de solidaridad internacional, apoyando de forma incondicional la guerra, excepto una minoría que luchó por impulsar la paz. Las pocas feministas pacifistas, que rechazaron abiertamente la guerra y desarrollaron un nexo entre feminismo y pacifismo, fueron acusadas de traidoras a la patria y ridiculizadas. Pese a ello, en 1915 apareció “La Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad”, y ese mismo año se celebró en La Haya el Congreso Internacional de Mujeres por la Paz. Estas heterodoxas feministas fueron vistas con desconfianza por las otras minorías pacifistas que, en general, rechazaron el vínculo entre guerra y virilidad, fueron hostigadas y censuradas por sus respectivos gobiernos y rechazadas por las grandes organizaciones feministas.

La Gran Guerra supuso  para los combatientes una terrible experiencia y una masacre masiva. Las bajas militares fueron considerables: cerca de 9 millones de muertos. Un país como Serbia perdió la cuarta parte de sus movilizados; Francia, 1,3 millones de hombres (el 10 % de su población activa masculina y más del 3 % de su población); Alemania cerca del 3 %, con 1,8 millones de hombres, e Italia y el reino Unido, alrededor de 750.000 soldados cada uno. Se trataba en su mayoría de hombres jóvenes.  Las mujeres en cambio accedieron al espacio y a las responsabilidades públicas y se produjo una inversión de los roles que pudieron valorar como positivo pese a la guerra.

El conflicto bélico  constituyó una experiencia de libertad y de responsabilidad sin precedentes. Las trabajadoras fueron conscientes de sus capacidades y de su  independencia económica, el trabajo relacionado con la guerra, sobre todo en las fábricas de armamento, fue un trabajo bien pagado: doblando los salarios tradicionales en los sectores considerados femeninos. Para las mujeres de capas medias y acomodadas la guerra fue un periodo de intensa dedicación que hizo peligrar los encasillamientos sociales, como la rigidez de la moda o la sociabilidad burguesa. Sabemos poco de la naturaleza íntima de la guerra, sí conocemos del incremento de las tasas de ilegitimidad filial durante el conflicto o de la posterior explosión de divorcios una vez finalizado éste. Se produjo un aumento del deseo, merced al nuevo erotismo contenido en las tarjetas postales, en la prensa o en espectáculos de revista que mostraban libremente el adulterio y otras formas de amar.

La gran novedad fue que la mujer tuvo que vivir sola, salir sola y asumir las responsabilidades familiares sola, algo que siempre fue considerado imposible y peligroso. Las llamadas mujeres del excedente tuvieron que aprender a sobrevivir y asumir su soltería. La numérica imposibilidad de matrimonio fue, en realidad, una liberación y una plataforma de despegue social.  El matrimonio aún era una vía de realización personal, pero el retrato de boda, que parecía ser la meta para todas las mujeres, se desvanece y es sustituido por otro tipo de sueños y aspiraciones. El sueño del poder político y de la independencia económica, la aspiración de asumir un cargo de responsabilidad, alcanzar metas profesionales y personales o poder hablar y expresarse en público, son ejemplos que parecían entonces una utopía.

A corto plazo la guerra introduce  pocos cambios en la relación entre los sexos, asombra la resistencia social ante la modificación de los roles, la persistente voluntad para encasillar a las mujeres en funciones de “sustitutas” y auxiliares que se emplean en consonancia a su “naturaleza” inmutable. Pero este inmovilismo se ve cuestionado a largo plazo,  importantes retrocesos entre los empleos domésticos y el hundimiento de los oficios de la costura y de la industria a domicilio, aumentando la proporción de mujeres asalariadas en la gran industria moderna. Crecen los empleos del sector terciario ocupados por mujeres: comercio, banca, servicios públicos y profesiones liberales. Se instauran derechos femeninos aunque no de manera generalizada y en todos los países. Por último, la conquista más visible y general parece llegar de la mano de la libertad de movimiento y de la actitud que la mujer aprendió en soledad y con el ejercicio de responsabilidades: libres de corsés, de vestidos largos y ajustados, de  sombreros imposibles e incluso de la melena, el cuerpo femenino recupera el movimiento,  practica deportes, baila siguiendo ritmos importados, toma la calle,  explora una sexualidad propia y decide sobre su propia vida.

Estos fueron los comienzos de imparables conquistas, su resplandor se proyecta hasta nuestros días.

sábado, 9 de agosto de 2014

UTOPÍAS

MICHEL GANTNER

Las teorías sociales decimonónicas que mantuvieron su continuidad en el siglo XX, situaron la Utopía en el futuro tras la ansiada revolución. Hoy quienes continúan pensando que es posible la utopía tienden a considerar que la revolución no se ubica en el futuro, su morada es el presente y todas y cada una de las maneras que se construyen al margen del poder. 

La necesidad de la utopía se entiende hoy como incitación a la lucha y a rechazar el mundo que nos imponen para construir una posibilidad más alentadora del mundo con formas de relación entre las personas diferentes a las impuestas. Los deseos y los sueños deberían ser la guía para construir una realidad en la cual poder vivir la revolución con reglas diferentes a las impuestas y creando espacios de libertad que, Hakim Bey, denomina con las nociones de “Zonas Temporalmente Autónomas” y “Zonas Permanentemente Autónomas”. 

La utopía no existe sino en el presente y las teorías sociales del siglo XXI  han de mostrar su capacidad constructiva al ser capaz de arrancar espacios al sistema. 

Vengo del desierto y vi a mi abuelo sembrar en el desierto.  No sé si usted sabe lo que es sembrar en el desierto. Siembra en una tierra árida y luego espera. Si cae la lluvia, recolecta. No sé si usted ha visto el desierto después de la lluvia, ¡es como la Bretaña!. Un día, usted marcha sobre una tierra completamente quemada, luego llueve y lo que sigue, usted se pregunta cómo ha podido producirse: tienes flores, verdor...Todo simplemente porque los granos ya estaban ahí...Esta imagen me marcó de verdad cuando era niño. Y, en consecuencia, ¡hay que sembrar! ¡Incluso en el desierto, hay que sembrar!
Y es de esta manera que veo mi trabajo. Siembro y si mañana llueve, está bien, y si no, al menos los granos están ahí, porque ¿qué va a pasar si no siembro? ¿Sobre qué caerá la lluvia? ¿Qué es lo que va a crecer, piedras? Es la actitud que adopto: sembrar en el desierto...                                                                                                                                       MONCEF MARZOUKI


Este libro de 104 páginas interroga a treinta y tres personas (entre ellas hay unas más conocidas, y otras menos, como Julio Anguita, Luis García Montero, Arcadi Oliveras, Lorenzo Silva, etc.) sobre su manera de entender la utopía. Está introducido por un texto de Josep Fontana. Las respuestas son todas ellas muy breves y eso le resta profundidad pero le da agilidad a su lectura. Lo más interesante del libro es justamente eso, las múltiples ideas, preguntas y reflexiones alrededor de la Utopía.

sábado, 2 de agosto de 2014

TEJEDORAS DE CIUDADANÍA. Culturas políticas, feminismos y luchas democráticas en España

María Dolores Ramos (Coord.), TEJEDORAS DE CIUDADANÍA. Culturas políticas, feminismos y luchas democráticas en España. Universidad de Málaga, 2014, Málaga.



Los ensayos reunidos en esta obra pretenden estudiar cómo se construyó la ciudadanía y cuál fue el impacto de las culturas políticas, incluido el género y la clase social, en las identidades individuales y colectivas. La influencia de los feminismos en las sociedades contemporáneas, el análisis de la acción colectiva y las luchas democráticas desde la perspectiva de la igualdad y la diferencia, es otro de los objetivos de estos ensayos.

La ciudadanía se teje en el terreno de los discursos y en la práctica social. Las movilizaciones y reivindicaciones de las mujeres han contribuido a debilitar el patriarcado, han potenciado la libertad y la igualdad y han enriquecido la democracia con sus propuestas.

Los derechos humanos, y concretamente los femeninos, se tejen y se destejen en diferentes situaciones históricas y siempre son y serán hijas de su tiempo.




Mi aportación en este libro gira en torno a una figura del feminismo español que tiene un gran interés por tratarse de una trabajadora del textil que, partiendo del obrerismo internacionalista, el librepensamiento y el anarquismo, luchó por emancipar a la mujer de la ignorancia, la explotación económica y la opresión patriarcal, me refiero a Teresa Claramunt (1862-1931).