La edición de Mujeres libres y su proyecto
- Redactar y editar una revista forma parte de un plan a
largo plazo
En la década de 1930
existía, en la subjetividad de las mujeres libertarias y anarquistas, la
necesidad de organizarse juntas y separadas de los hombres del movimiento
libertario. Desde la I Internacional se habían llevado a cabo numerosos
intentos de constituir organizaciones de mujeres (Teresa Claramunt sobresale en
este aspecto). Tres mujeres, apoyadas en muchas otras, conocedoras de aquellos
intentos y de aquellas mujeres, trataron de avivar aquellas brasas para
intentarlo de nuevo: Mercedes Comaposada Guillén, Amparo Poch Gascón y Lucía
Sánchez Saornil.
Tenían un plan a largo
plazo: crear una organización de mujeres de clase y feminista que luchara por
su emancipación dentro del proyecto libertario.
Para
cumplimentar el plan, la edición de la revista tenía unos objetivos más
inmediatos:
- La revista debía tejer una RED DE CORDIALIDAD entre las mujeres que formaban parte del proyecto (son palabras de Lucía a Josefa Tena de Mérida el 10 de julio de 1936). RED: núcleos de mujeres colaboradoras alrededor de la revista y CORDIALIDAD entendida en clave política, era una apuesta por el entendimiento como punto de partida para una vivencia corporal cercana y amable entre las componentes del proyecto.
- La revista debía CAPTAR y CAPACITAR a las mujeres
obreras a quienes iba dirigida. Por eso la revista se inicia como revista
de formación y cultura.
Así salieron los tres primeros números (mayo,
junio y julio) con una redacción formada por las tres mujeres mencionadas y
unas secciones que definían sus intereses: Trabajo y sindicalismo (Lucía),
Salud, sexualidad, maternidad e infancia (Amparo); Cultura (Mercedes);
Educación (pretendían que fuera Antonia Maymón, pero debió negarse); Conflictos
Internacionales (con posiciones antimilitaristas y a favor de la paz, alguien
con seudónimo paz firmó dos de los tres artículos de los tres primeros números.
Solo escribieron mujeres.
En
estos números anteriores a la Guerra Civil la mayoría de los artículos los
escribieron las tres redactoras, pero fueron creando red y dando lugar a un
amplio grupo de colaboradoras (40 mujeres firmaron textos en los trece
números).
Entre
las colaboradoras destacan 9 mujeres que firmaron 3 o más artículos
acreditados en los trece números: las tres redactoras + Consuelo Berges Rábago
(no es libertaria ni (A), no forma parte de MMLL), que no escribió y se dedicó
a tareas de edición durante la guerra ayudando a Mercedes.
Las
5 colaboradoras restantes fueron: Carmen Conde (no es libertaria ni (A), no
forma parte de MMLL), Lola Iturbe (anarquista de CNT y de la FAI, no forma
parte de MMLL), Áurea Cuadrado, Pilar Granjel y Etta Federn (MMLL y otras
organizaciones del Movimiento Libertario).
Si
tenemos en cuenta las 9 mujeres más involucradas en la revista, observamos una
alianza entre mujeres con títulos académicos (5 mujeres; de ellas 4 eran
maestras: Carmen Conde, Pilar Granjel, Consuelo Berges y Amparo, esta con doble
titulación Magisterio y Medicina; y Etta Federn Lenguas Germánicas y Filosofía)
y 4 mujeres sin títulos académicos: 3 obreras Lola Iturbe, Áurea Cuadrado
(Sindicato del Vestido) y Lucía (telefonista) y Mercedes; bastante formadas las
4 a través del autodidactismo.
Además,
están las colaboradoras que no escriben y que se dedican a tareas de
administración, distribución, venta, etc.
- Acceso a la palabra con voz propia y en el espacio
público ¿es revolucionario?
Las
mujeres estaban (y aún están) excluidas de las palabras en el espacio público,
pero no poder hablar no significa no tener voz. Su mundo fue el de la oralidad
en el que el nivel de representación del mundo no está separado de la
existencia, o vivencias personales de este mundo. En la oralidad apenas existe
el pensamiento abstracto. El mundo de la oralidad era propio de las clases
populares (no solo de las mujeres), pero mientras los hombres tenían acceso al
espacio público (incluso los iletrados a través de las consignas en las
manifestaciones y huelgas, su asistencia a mítines y conferencias, su presencia
en reuniones sindicales, etc.), las mujeres tenían un acceso muy limitado.
Su
acceso a la palabra era en el espacio doméstico, privado, pero ahí las palabras
eran menospreciadas y desvalorizadas: hablaban de «cosas de mujeres»,
consideradas intrascendentes pese a que se referían a un área fundamental para
la vida: los cuidados (sin embargo, eran consideradas: cotorreos, parloteos,
cotilleos, chismorreo).
La
revista fue para las mujeres de este proyecto un acceso a las palabras hablando
con voz propia, sin interferencias masculinas, fue encender las palabras de las
mujeres. Las mujeres que impulsaron la revista quisieron tomar, usar y escribir
palabras para crear vínculos entre ellas y pronto se dieron cuenta de que la
fuerza de las palabras se producía cuando prolongaban un cuerpo y lo
enunciaban. Rechazaron las palabras separadas del cuerpo y por eso es una
revista con ideas, pero escasamente ideologizada.
Las editoras y
redactoras de la revista Mujeres
Libres, podemos considerarlas como donadoras de palabras, nombradoras, como señala Rita Segato. Levantaron
un maremoto de palabras a través de la revista abandonando el silencio. Romper una genealogía de mujeres
silenciadas no era nada fácil.
¿Podemos
hablar de una revolución de las palabras?
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Esta es un parte de mi intervención en el Congreso Internacional: Editoras y traductoras más allá de las fronteras: mujeres en la cultura impresa transnacional anarquista (1890-1939)