Laura Vicente es doctora de Historia por la Universidad de Zaragoza y catedrática de
historia de la enseñanza secundaria. Es especialista en historia social e historia
de la mujer, especialmente
de España. En línea con el especial interés que tiene por las iniciativas
sociales de raigambre
anarcofeminista y por los movimientos
sociales, ha publicado obras como Historia del anarquismo en España (2013),
Mujer contra mujer en la Cataluña
insurgente: Rafaela Torrents
(1838-1909) y Teresa Claramunt (1862-1931) (2018) o La revolución de las palabras: La revista Mujeres Libres (2020).
Actualmente también imparte algún curso sobre
la organización Mujeres Libres en el espacio Crisi de Barcelona y Forma
parte del equipo de redacción
de la revista Libre Pensamiento que edita CGT y de la revista de historia XIX y veinte.
Como historiadora, el anarquismo me interesaba, pero
lo que me interesó realmente fue el
tema de la conflictividad y el sindicalismo. Ese fue el punto de interés
inicial cuando tenía que hacer la
tesina, pensé en hacer un trabajo sobre la huelga general de 1917. Luego, como aprobé las oposiciones, ya no necesitaba
la tesina y, partiendo ya del conflicto de la huelga, lo amplié al sindicalismo y la conflictividad. El período que me
gustó fue el previo a la Segunda República,
porque, en el momento en que yo estaba estudiando, a todo el mundo le
interesaba la etapa
de la Segunda República
y la guerra civil. Era el gran
tema y generaba además mucha polémica
y enfrentamiento (sigue sucediendo lo mismo pero en aquella
época era mucho peor) y yo no me quise meter en ese arenal.
Me fuí a los años 20’ porque
de alguna manera
había que entender
eso para entender
lo que ocurrió después. Y entonces, como digo, me interesó indagar
exactamente en el sindicalismo. El sindicalismo que se conocía más fue
lógicamente en Barcelona y en alguna
otra ciudad, como en Madrid, y me generaba mucha curiosidad de ver si realmente el sindicalismo de ciudades
no tan grandes respondía a la misma dinámica y
características que el sindicalismo de estas ciudades. Finalmente vi que
no era así. Y un poco la tesis
doctoral se desarrolló en ese ámbito, allí salía el anarquismo, evidentemente,
pero era más importante el sindicalismo desligado del anarquismo.
El feminismo me interesaba desde el punto de vista
personal, porque yo ya estaba involucrada
en ello. Dado que lo que estaba haciendo era partir de cero, ya que no había
nada estudiado sobre esos años y
sobre ese tema, el tema era inabarcable y el tema del feminismo no lo traté.
Pero allí me encontré con una mujer, de pronto,
que era Teresa Claramunt, que llegó a Zaragoza expatriada por su
participación en la Semana Trágica, en un mitin hablandole a unos trabajadores hombres que estaban en
huelga, y empezaba a interpelarles, preguntándoles que dónde estaban
sus mujeres, sus hermanas, sus compañeras, etc. Entonces me imaginé a esa mujer delante de un auditorio totalmente
masculino echándoles semejante bronca y se me
quedó, hasta tal punto que cuando volví a investigar tenía que ser sobre
Teresa Claramunt.
Por tanto, el recorrido fue este: el sindicalismo,
luego el anarquismo y finalmente el feminismo, que ha ido creciendo.
¿Podrías aclararnos qué diferencia el anarcofeminismo del anarquismo y del feminismo en general? En otras palabras, qué lo caracteriza.
Es una pregunta súper complicada. Primero tenemos que
diferenciar entre lo que es “anarquía”,
“anarquistas” y “anarquismo”. La anarquía
sería la imaginación utópica. Por decirlo de una forma
poética, sería el espacio o espacios de invención, de evasión, que perforan en cierta manera la compacidad de la
realidad. Eso genera la ilusión de un sistema diferente, de otro mundo posible. Claro, los anarquistas y las anarquistas
son personas concretas que abrazan
ese ideal del que estamos hablando, la anarquía. Y dentro de ellos/ellas hay de
lo más diverso y diferente: hay
pacifistas, hay gente que utiliza la violencia, agnósticos, creyentes, ateos… Y, finalmente, el anarquismo incluiría las ideologías y
los movimientos que han reunido a
personas tras ese ideal anárquico. Digamos que el anarquismo llegó a su culmen
a finales del siglo XIX y principios del XX, al menos en España.
Volviendo a la pregunta, yo diría que dentro del
anarcofeminismo, desde el punto de vista histórico, podríamos decir que las mujeres
anarquistas de los años 30 tenían concepciones anarquistas bastante elementales. No eran mujeres
que hubieran trabajado
demasiado la ideología; tenían nociones anarquista
muy sencillas. No lo digo como negativo, porque eran mujeres muy arraigadas a la realidad, a la gestión de la vida, a
aspectos que yo creo que desde el
siglo XXI valoramos más incluso que los planteamientos ideológicos. Y esto es
lo que generará una evolución y un planteamiento diferente de la organización Mujeres
Libres respecto al resto de movimiento libertario (la CNT, la FAI e incluso
las Juventudes Libertarias). Ellas, de todas formas, no se consideraban feministas, porque
asociaban el feminismo con el sufragismo,
y el sufragismo lo consideraban como burgués. Se podría decir que defendían un feminismo
de clase. De hecho lo que hicieron
es algo muy actual,
que es la interseccionalidad, es decir, cruzar la cuestión de género y
la de clase (como mínimo estas dos cuestiones), y esto las diferenciaba del feminismo predominante de la época.
En la actualidad todavía es quizás más complicado de definir. No existe un anarcofeminismo
como movimiento social actualmente. Un movimiento social lo entiendo como una red de grupos que comparten
debates, reflexiones, actividades, campañas… Eso no existe hoy en España, y a nivel internacional también hay
países donde el anarcofeminismo tiene
cierta importancia, pero no hay coordinación internacional. Por lo tanto
hablamos de grupos dispersos, que aquí están
vinculados a la CGT y a la CNT y otros grupos
que están
vinculados a ateneos
o a casas okupas, pero muy a menudo no tienen contacto
entre ellos o son esporádicos. Por todo ello es difícil
caracterizar al anarcofeminismo en la
actualidad.
Tiene coincidencias con el anarquismo, por ejemplo,
en tres niveles: en cuanto a la acción
política (acción directa, alternativas de base y búsqueda de redes comunitarias
y de confrontación con el capital y
el Estado), en cuanto a la organización (horizontales, pequeños grupos, que buscan el consenso) y en cuanto
al lenguaje político (resistencia al capital,
resistencia al Estado, al patriarcado y a todo aquello que sea
jerárquico y que propugne la dominación
social o política). Con los feminismos, el anarcofeminismo confluye con
aquellos feminismos que coinciden con estas características que acabo de mencionar: que sean movimientos más de base, no
institucionales, anticapitalistas, etc. Por poner un ejemplo más actual, las asambleas del 8M sería un poco
(las que funcionan como tal) con las que hay más confluencia, o con
tipos de movimientos como el
movimiento LGTBI o planteamientos ecologistas. Pero claro, estas confluencias son relativas.
A ver, cabe decir que sí que hubo hombres
que vieron con buenos ojos la formación
del feminismo anarquista,
pero es verdad que mayoritariamente, y en las organizaciones sobre todo, pusieron bastantes dificultades a la
constitución de este feminismo a través de una
organización como fue Mujeres Libres y la propia revista. ¿Por qué? Pues
porque no lo veían relevante. El
movimiento anarquista estaba muy centrado en los temas de clase, aunque realmente las ideas del movimiento
libertario son mucho más amplias, no centran todo en la explotación económica, sino que hablan de la dominación en
general, que sale fuera de las fábricas, aunque realmente en esta época de fuerte crecimiento del anarquismo y del anarcosindicalismo estaban muy centrados
en las cuestiones de clase. Entonces todo lo relacionado con la emancipación de las
mujeres lo consideraban secundario, pensando que cuando llegara la revolución
todo se solucionaría y el patriarcado
caería por su propio peso.
Además acusaban a estas iniciativas de romper la unidad. Eso fue una cantinela bastante
constante. La idea era que si las mujeres forman
grupos propios iban a romper
la unidad dentro
de las tres organizaciones del movimiento libertario. Decir, igualmente,
que dentro de las propias mujeres no
estaban todas de acuerdo. Ya desde las pioneras: Teresa Claramunt era partidaria de formar grupos
de mujeres y Teresa Mañé,
que era la madre de Federica Montseny, era contraria, compartiendo igualmente la visión del feminismo
anarquista. Y eso volvió a ocurrir durante la Segunda República y durante la guerra civil.
Yendo al tema de los objetivos, las mujeres anarquistas se sentían ninguneadas continuamente en las reuniones y actuaciones del movimiento libertario. Ellas sentían, y lo han dicho explícitamente cuando se ha entrevistado a las que todavía vivían hasta hace relativamente pocos años, el maltrato que recibían y sentían que les estaban
quitando autoridad cuando hablaban y que se reían de ellas.
Esto sucedía por parte de los hombres en la CNT y quizás también en algunos grupos de la FAI. Menos, no obstante,
en Juventudes Libertarias y mucho
menos en ateneos o en otro tipo de movimientos que no estaban relacionados con
esas tres organizaciones. Digamos
que ese maltrato y esa poca relevancia que se daba al tema de la emancipación de las mujeres las lleva,
desde las pioneras, a intentar crear grupos y revistas solo de mujeres, para poder expresarse con tranquilidad, en
espacios seguros, donde no serían ridiculizadas.
La revista Mujeres Libres se creó antes que la propia organización, precisamente porque tampoco se sentían muy seguras de poder
impulsar un grupo potente. El objetivo de la revista, en palabras de Lucía Sánchez Saornil, que fue la principal
agitadora y organizadora, pero siempre
con el apoyo de Mercedes Comaposada y Amparo Poch, era que con la revista se quería crear una red de cordialidad. Se
pretendió dar autonomía y capacitar a las mujeres, partiendo del hecho de que muchas de ellas eran analfabetas, y a
partir de ahí intentar crear pequeños grupos alrededor de la revista basados en la cordialidad.
Desde mi punto de vista,
la cordialidad es un programa
político. Dentro del movimiento anarquista, si algo destaca, entre otras
cosas, son los continuos enfrentamientos y disputas, quizás porque no hay nunca una organización jerarquizada, todo
es asambleario y se discute. Pues
estas mujeres lo que se plantean es salir de esa dinámica de tensiones y
enfrentamientos y basarse
en el afecto, en los vínculos personales. Es decir, un planteamiento político
diferente.
Por ejemplo, las tres mujeres que he mencionada, las redactoras de la
revista, se llevaban muy bien y sin
embargo políticamente tenían muchas diferencias, tanto en el terreno político
de cómo entender el feminismo
como incluso en su identidad
sexual, pero fueron
capaces de dejar aparte
esas diferencias e ir al objetivo, que era crear esos núcleos que con el paso
del tiempo pudieran generar
una organización capaz de luchar
por la emancipación de la mujer. Pero claro, lo que pasa es que la revista
se crea en mayo y en julio se produce
el golpe de estado, estalla
la revolución, la guerra
civil, y todo se acelera. La organización se crea antes de lo que estaba prevista, en septiembre. Y el objetivo
allí era muy claro, era la revolución entendida en esta doble dimensión, como
revolución feminista y revolución de clase social.
Mi perspectiva de la historia parte de que la
historia tiene un planteamiento nodal, no lineal. Mayoritariamente los/las historiadores/as parten
de que la historia es como una línea que va avanzando
siempre en la línea del progreso, que siempre vamos a mejor, cosa que evidentemente
es mentira y por eso se ha desplomado la modernidad (y por otras cosas). Con esta perspectiva lineal, de alguna manera,
se selecciona aquello que se considera importante: los cambios económicos, los políticos y los sociales
en menor medida.
Todo lo demás, digamos, se escurre, se cae. ¿Qué pasa cuando
ocurre una guerra? Pues que si esos son los cambios importantes, aparentemente, lo otro no encaja muchas veces con
esa perspectiva de la línea recta que
va avanzando. Esto pasa también con la revolución. La revolución convencional, como la que impulsaron en Rusia o incluso
el movimiento libertario en España durante la
guerra civil, es lo que llamamos
una revolución modelizada, que tiene como objetivo un modelo de sociedad. Desde este tipo de
revolución, cuando esta estalla hay que ir dando pasos hacia ese modelo.
La perspectiva nodal es diferente. Es como si fuera
un red de pesca donde se forman rombos
que constituidos por la unión de cuatro hilos. ¿Qué quiere decir? Que, a la
vez, confluyen cuestiones muy
diferentes y que pueden ser incluso contradictorias, pero que desde esta perspectiva todo es relevante, no hay algo que esté por delante y descarte
lo demás. Así,
en la guerra civil, de la que normalmente nos dan una visión bastante
tremebunda, podemos ver que se crean
espacios de libertad, espacios de avance personal. Una situación en la que incluso la gente esté bien y recuerde la
guerra como algo inolvidable porque fue posible actitudes positivas.
A mí me gusta mucho una cosa que dice Orwell en Homenaje
a Catalunya, donde afirma que él, en España y en concreto en
Barcelona, tuvo el sentimiento de haber entrado de repente en una era de igualdad y de libertad, en
la cual la gente intentaba comportarse como personas y no como elementos
de la maquinaria capitalista.
Es decir, desde su perspectiva, a pesar de la violencia y persecución, se vivió una
situación humanizada de la que le quedó buen recuerdo. No solo él, muchas de las mujeres de Mujeres Libres
lo explican así, que vivieron
una atmósfera mágica de crecimiento personal, ya no
solo por la revista sino por el tipo de vínculos que establecieron entre
ellas, etc.
Por ello, es factible desde esta perspectiva nodal decir que se generaron
esos espacios de libertad para las mujeres.
Eso es un poco lo que intenté desarrollar en el libro y
en lo que sigo, esa revolución diferente a la del
movimiento libertario, que en realidad duró solo unos meses. En cambio, la revolución que propusieron Mujeres
Libres duró toda la guerra,
y nadie la valoró, eran
mujeres, estaban en la
retaguardia y no se centraban en el tema económico y político.
Digamos que la UGT practicaba un sindicalismo de
gestión. Es decir, su idea del sindicalismo era crear un sindicato
fuerte para negociar
con los empresarios, intentando recurrir lo menos posible al conflicto y a la
huelga. Cuanto más fuerte fuera el sindicalismo, más capacidad de negociación. Y en este planteamiento la idea es que
los trabajadores fueran a golpe de pito,
siguiendo y secundando lo que el sindicato dijera. Por otro lado, la UGT estaba vinculada a un partido. O sea, que va
unido a un proyecto político, que es el del PSOE, en la línea de finales del siglo XIX y principios del XX, donde el
partido predominaba sobre el sindicato, marcaba los objetivos
y trataba de convencer a los/las trabajadores/as de que si el
partido crecía y llegaba al parlamento, podría sacar mejoras
importantes para la clase trabajadora. El sindicalismo cumplía un
poco esa función de proporcionar el apoyo al partido para que este consiguiera votos
y lograra desarrollar el planteamiento de reformas legales
para mejorar la situación de
la clase trabajadora. Cabe decir que el PSOE, siendo aún un partido marxista, se consideraba representante de
la clase trabajadora, no de otros sectores sociales como ocurre posteriormente.
Claro, el sindicalismo de la CNT no tiene nada que
ver. Es radical y revolucionario, donde
se considera la acción directa como la táctica sindical fundamental y su
función no era gestionar nada, sino enfrentarse con los empresarios, con la patronal, y, en base a la presión (la huelga como elemento clave
pero también otros recursos), imponer
los objetivos que pretendía, sin perder nunca
de vista que el último
objetivo era la revolución como algo incluso
inmediato, de ahí las huelgas
generales revolucionarias. No está vinculado en absoluto con ningún partido
político porque era contraria a la actividad política institucional y
por ello no responden a ese modelo de conseguir mejoras
en parlamentos a través de leyes. Eso supondría incluso
reforzar el sistema. Si su
objetivo es la revolución obviamente no pueden colaborar con el sistema, no puden colaborar
con el Estado y el capital.
Lo habitual es que funcione más la fórmula del
sindicalismo de gestión vinculado al partido,
que es lo que pasa en seguida en gran parte de los países europeos. Pero aquí
lo que ocurrió es que el intento de
desarrollar un sistema político más democrático, con el Sexenio Revolucionario (1868-1874), fracasa y
acaba desarrollándose el sistema de la Restauración, que duró mucho tiempo, de principios de los 70 hasta la Segunda República, que es un sistema liberal trucado. Realmente confiar en
que el partido va a lograr mejoras en el Parlamento es una ilusión. Primero porque al partido le va a costar mucho
conseguir un diputado, como ocurrió, que hasta principios del siglo XX el PSOE no consiguió un diputado y fue en coalición con los partidos republicanos, y,
segundo, puesto que hay esa manipulación electoral y ese turno pacífico entre el partido
conservador y el liberal, no van a gobernar nunca
ni van a obtener mayorías importantes como para conseguir
reformas políticas. Por tanto, el proyecto fracasa por ese lado. Pero es que también
fracasa por el lado sindical.
Porque la patronal
es una patronal bastante agresiva, que no está por la labor de reconocer
a los sindicatos y negociar
con ellos, y por tanto la práctica sindical
más moderada fracasa
en gran parte. En cambio,
el planteamiento de acción directa demuestra
que logra más, por una cuestión de eficacia, y es lo que se demostró
a lo largo de los años 20, y por eso crecieron a diferencia de lo que
estaba ocurriendo en otros países.
Desde luego la huelga general revolucionaria, cosa de
la que la UGT no quería ni oir hablar,
fue un mito movilizador tremendo, alrededor de la jornada laboral de 8 horas,
que también estaba movilizada a
través de la II Internacional en el ámbito socialista, pero que no se lo planteaban con ese carácter
revolucionario. Es que aquí, cuando se empezaban a declarar huelgas
en los años 90 del siglo XIX, se
decía que se ponían en huelga hasta que no consiguieran la
jornada laboral de 8 horas. Claro, no la conseguían, pero estaban 7, 8 o 9 días en huelga general, en unos sitios más
extensa que en otros, que va además progresando a medida que ese sindicalismo movilizador va creciendo. Aquí
destacaría la primera huelga general
que abarcó a toda Catalunya en 1902. Fue tan espectacular y atemorizante para
los empresarios que realmente empezaron
a aprender incluso
de las propias tácticas de los trabajadores. Por ejemplo, con lo del
sindicato único, la Federación Patronal de Barcelona adoptó la misma forma y se organizó como patronal por ramas.
Realmente, fueron progresando a través de muchos fracasos, detenciones y ejecuciones. No fue fácil. Esto ya marcaría una diferencia con las pocas
huelgas generales que se han producido
en los últimos tiempos, no tiene absolutamente nada que ver. Por supuesto que también hay el peligro de perder el
trabajo, pero es que entonces también estaba el peligro de ser detenido. La represión era
terrorífica. No había en las ciudades policía (en el campo sí), salía el ejército. Cuando estallaba el
conflicto de una huelga, inmediatamente se declaraban suspendidas todas las garantías constitucionales y el ejército
salía a la calle con todo lo que tenía,
cañones incluidos. En la huelga de 1902 los soldados acamparon en Plaza
Catalunya orientando cañones en todas
las calles que confluyan allí. Siempre había muertos, más las detenciones, ejecuciones, el Castillo
de Montjuic… Estamos
hablando de leyes especiales solo para los anarquistas, por ejemplo.
Cuando los sindicatos son más potentes, la primera
huelga general relevante fue en 1916.
La siguiente importante fue la del 1917. Todas esas huelgas mostraban que la
oposición que tenía más fuerza contra la Restauración era el sindicalismo, y en concreto
el anarcosindicalismo, y la respuesta represiva no era suficiente. Por tanto, en los años 20, que es la época de enfrentamiento más bestial,
se dieron los grupos de pistoleros, ley de fugas, asesinatos de los dirigentes principales como Salvador Seguí,
etc. Y la Federación Patronal financiaba
todo esto en colaboración con el Estado y la Iglesia católica, con la creación
de sindicatos católicos para romper
las huelgas. Todo esto lleva al golpe de Estado de Primo de Rivera, que era capitán general de
Catalunya. Inmediatamente con el golpe de Estado, quien felicitó primero, antes que nadie, a Primo de Rivera
fue la Federación Patronal Catalana.
Y bueno, en relación a lo que preguntáis de las huelgas
generales de ahora, pues es obvio.
Primero lo que les cuesta a los sindicatos, sobre todo a los mayoritarios,
convocarlas. Las últimas yo creo que
fueron las del 15M porque ya les daba como verguenza, pero claro, era una jornada, intentando tener todo controlado.
La diferencia está en que los sindicatos mayoritarios
forman parte de las instituciones del Estado. Entonces, ¿cómo van a convocar huelgas
de estas características? Es imposible.
La gran derrota de la guerra civil, por supuesto, y todo lo que eso
supuso. La cantidad de muertos y toda
la salida al exilio de miles de personas ya indica un debilitamiento
importante. La posguerra fue durísima: se ejecutan prácticamente mas de 50.000
personas en casi 10 años. Esto
desarticula a toda la izquierda. Los anarquistas tienen peor capacidad para
adaptarse a la clandestinidad que por
ejemplo el comunismo, porque intentan mantener aún una estructura organizativa horizontal. El partido
comunista tuvo más capacidad de adaptación a la represión en general.
En los años 60’ empieza el desarrollismo económico y
se sale un poco de la situación de miseria
que vivía la clase campesina y trabajadora que, como decía Marx, no tiene nada que perder
salvo sus cadenas. Pues empieza a no ser así, ya tiene algo más que perder.
Entonces la clase trabajadora va perdiendo los planteamientos revolucionarios del período anterior.
Finalmente, con la llegada de la democracia, esas ilusiones que no habían logrado fraguar en
los años 20 de que a través de la vía institucional se podían lograr
mejoras, triunfa. La idea de que si
votas a la izquierda esta logrará mejoras tiene más éxito en la clase
trabajadora. Y ese sindicalismo de
confrontación que comentábamos tampoco es tan eficaz. Todo esto hace que, sobre
todo el anarcosindicalismo,
realmente tenga muchas
dificultades para crecer.
No me quiero olvidar de decir, de todas maneras, que durante la
Transición sí que hubo un momento en el que pareció que podía crecer.
En algunas zonas, como por ejemplo en Catalunya, tantos
años de represión no habían
podido extirpar la ilusión de la anarquía
y, quién sabe, la formación de un sindicato
anarquista de nuevo. Y la represión también del caso Scala contra el anarcosindicalismo de aquella
época, que hay que tenerlo en cuenta porque desinfló la idea cuando
estaba volviendo, con el royo de siempre
de que los anarquistas solo saben usar la
violencia y bla-bla-bla. Esta cosa de que hablar de anarquismo es hablar de
violencia y de bombas, cosa que no es
verdad, pero que da igual porque ya está muy metido en el imaginario de la
mayoría de la población, y así sigue siendo fomentado.
Yo diría que el anarquismo como movimiento sí que ha
decaído y es minoritario, pero creo
que la anarquía, como sueño igualitario e imaginación utópica, no tanto. Puede
haber anarquía sin que haya
anarquismo. Yo creo, y así lo explico en Historia
del anarquismo en España, que en
el 15M hay muchos aspectos de los que se entiende por anarquía y sus planteamientos; en el feminismo, al menos
en los más radicales, también, y en muchos otros movimientos. Está ahí. ¿Los movimientos anarquistas solo son anarquistas cuando se autodenominan como tales o son anarquista cuando utilizan las tácticas y las formas organizativas
que siempre ha defendido el anarquismo? Pues yo creo que es este segundo punto.
¿Qué consideras que es el anarquismo hoy en el ámbito español?
¿Dónde podemos ver avivada su llama?
Bueno, hay teóricos
que defienden que el anarquismo ha existido siempre,
en el sentido de que
cuando se han producido circunstancias que han requerido del apoyo mutuo y de
la solidaridad, de la creación de
comunidad, está la anarquía, y esto lo dice Kropotkin. Es cierto. En cierta manera, ya no solo para algo
estrictamente anarquista; hay movimientos de protesta que son como olas, que tiene momentos
en los que explosiona, tiene un recorrido y luego tiene una bajada. Muchas de estas explosiones tienen componentes de estos planteamientos anárquicos. Desde ese punto de vista yo creo que será difícil
que desaparezca, porque está de alguna manera
en la gente. La gente cuando tiene
dificultades, como una catástrofe humanitaria o una crisis económica grave o la misma pandemia, lo que hace
es agruparse, intentar ayudar al más
débil, pues llevándoles comida por ejemplo a gente mayor como ha pasado en
Madrid y Barcelona y en otras ciudades.
Todo eso responde
a estos planteamientos, de base, horizontales, de apoyo
mutuo, de solidaridad, etc.
Lo que me genera más dudas es si será posible un movimiento tan potente como el que se
produjo a partir de los años 20’ hasta la guerra civil. De todas maneras se
habla de que el movimiento zapatista
tiene mucho de anarquista. O, también, el movimiento kurdo. Estos son movimientos más potentes, aunque
no se definen estrictamente como anarquistas pero tampoco lo rechazan.
¿Dónde lo veo avivado? Como he dicho, en el 15M, en
el feminismo de base de las asambleas
del 8M, en algunos ámbitos culturales,
en ecologismo… Todos ellos utilizan muchos aspectos
del anarquismo. Estos planteamientos nunca
han fracasado, como se dice del comunismo. Nunca ha sido mayoritarios
excepto excepcionalmente (y lo excepcional fue lo que ocurrió en España realmente). Tampoco pretenden serlo. Las
organizaciones grandes no funcionan
en el anarquismo puro, porque son partidarios de grupos pequeños para no perder que no
haya jerarquías y que se organicen
horizontalmente.
1 Entrevista realizada el 6 de septiembre de 2021. Para escucharla en formato podcast: https://www.youtube.com/watch?v=TEIf37u9MJs
Especial agradecimiento a Laura Rodríguez Riera, por su revisión y sus recomendaciones.