Llevo tiempo buscando poner al día algunas de las
concepciones del feminismo anarquista actual. No resulta tarea fácil aprender a des-saber cómo señala Foucault, deconstruir el andamiaje de reglas
y conceptos que instituyen lo real a nuestro alrededor: desandar el camino de
esa «parte de pensamiento» que vincula lo real para las personas, mostrando
–produciendo- los intersticios que cruzan su superficie, y haciendo que en cada
uno de ellos brille el problema.
Es necesario
que la persona (de hecho el «Hombre») del saber muera (el hombre abstracto y
atomizado del humanismo burgués) para que renazca la persona del aprender y del inventar. Foucault nos lanza un reto casi heroico: desligar la
persona concreta del imperio de las
normas en el que el saber la apresa
para que el vuelo concreto, azaroso y fecundo del pensar pueda tener de nuevo
un lugar. No se aprende un saber, se aprende a aprender.
Pese a las dificultades que implica acercarnos a ese
pensamiento en el que brillen los problemas y construyamos/inventemos espacios liberados de
la exigencia del saber, no podemos dimitir de buscar, no tanto lo que se
piensa, sino lo no-pensado.
En esa tarea azarosa voy encontrando textos, autoras
(algunos autores también) e intercambio de posibilidades de aprender del debate en el grupo REDES.
Ese bagaje que voy reuniendo me va ayudando a desbrozar un camino que nunca
acabará de estar despejado porque la realidad va más rápido que nuestra
capacidad para pensarla, aprenderla, resistirla y construir la manera de
enfrentarnos a ella.
En el agitado camino de lecturas que enfrentan
argumentos sin el ruido, desafortunadamente habitual, del activismo, se ha
cruzado en mi camino Nancy Fraser entre otras muchas autoras. Ella es la autora
del título de este artículo, como buena marxista afirma que está preocupada
«por el surgimiento de un imaginario de izquierda que se concentra
obstinadamente en los movimientos sociales y no piensa en los sindicatos, los
partidos y otras formas de organización
de los trabajadores».
Fraser considera que la izquierda está en crisis porque carece de programa y de
perspectiva organizativa. Es en este segundo aspecto, el organizativo, en el
que cuestiona la seriedad del «espontaneismo neoanarquista», confiando en
sindicatos y partidos como formas organizativas tradicionales del movimiento
obrero del pasado sin plantear cómo recuperar la confianza en unas
organizaciones, en parte obsoletas, y mayoritariamente instaladas en el sistema
que Fraser critica.
Esta autora realiza
una distinción metodológica entre políticas redistributivas y de reconocimiento
que resulta interesante y que cuestiona Judith Butler.
La distinción que hace Fraser se basa en dos aspectos diferentes del bien y la
justicia:
· Uno centrado en la distribución que indica cómo la
sociedad debería asignar los bienes divisibles, en especial el ingreso. Este
aspecto remite a la estructura económica
de la sociedad y también, de manera indirecta, a sus divisiones de clase.
· Otro centrado en el reconocimiento que expresa cómo la sociedad debería
atribuir el respeto y la estima, que son las marcas morales de la pertenencia y
la integración. Centrado en el orden de estatus de la sociedad, este aspecto
remite a sus jerarquías del estatus.
Desde
mediados del siglo XX, la hegemonía capitalista se forjó en Estados Unidos y en
Europa mediante la combinación de los dos aspectos señalados. Al margen de la
crítica que se puede realizar a esta opción metodológica en la que no vamos a
entrar en este texto, Fraser acierta en diversos aspectos de la visión de la
forma actual de capitalismo: globalizador, neoliberal y financiariado.
Fraser señala
que el capitalismo actual no es un mero sistema económico, es más amplio, es un
orden social institucionalizado que como tal, abarca una serie de condiciones
anteriores no económicas indispensables para una economía capitalista:
· Actividades no asalariadas de reproducción social
que garantiza la oferta de mano de obra asalariada para la producción
económica.
· Un aparato organizado de poder público (corpus
legal, policía, etc.) que suministran el orden, la previsibilidad y la
infraestructura necesaria para una acumulación sostenida.
· Una organización relativamente sustentable de
nuestra interacción metabólica con el resto de la naturaleza que asegure las
provisiones esenciales de energía y materias primas.
El
capitalismo actual está en crisis y para Fraser es necesario romper tanto con
la economía liberal como con las diversas políticas de reconocimiento que la
respaldan: hay que desprenderse del nacionalismo étnico de signo excluyente y
del individualismo meritocrático liberal (sospechosamente no menciona que hay
que desprenderse del capitalismo y el patriarcado). Para ello hay que construir
un bloque contrahegemónico que elabore una política de distribución sólidamente
igualitaria con una política de reconocimiento inclusiva y sensible a la clase
que puede conducirnos a «un mundo mejor»
(sospechosamente ambiguo en su manera de entenderlo).
Para conducir
ese bloque contrahegemónico que debería construir un «populismo progresista»
desconfía de los movimientos sociales y del «espontaneismo neoanarquista», para
confiar en un conglomerado de partidos y sindicatos de clase trabajadora. Entre
esas fuerzas «antineoliberales izquierdistas»
contabiliza a Bernard Sanders del Partido Demócrata estadounidense, Jeremy
Corbyn del Partido Laborista en el Reino Unido, las fuerzas que se aliaron en
torno a La France Insoumise de Jean –Luc Mélenchon, Podemos en España, y los
primeros tiempos de Syriza en Grecia. Este es el bloque antihegemónico, algo
«por completo diferente», en el que confía Fraser para contrarrestar al bloque
hegemónico del neoliberalismo (tanto progresista como reaccionario).
Para
descartar a los movimientos sociales y al «espontaneismo neoanarquista» le ha
bastado una línea, en esa línea me parece que puede estar el vuelo concreto,
azaroso y fecundo del pensar que nos facilite el aprender a des-saber, a deconstruir el andamiaje de reglas y
conceptos que Fraser ha engullido al plantear su propuesta de bloque
contrahegemónico.
No descarto,
sin embargo, que algunos de sus planteamientos nos iluminen algunas partes de
ese camino que intentamos desbrozar para clarificar el feminismo anarquista y
con él otros espacios de lucha de esos movimientos sociales de los que
desconfía Nancy Fraser.
REDES es un grupo de debate anarcofeminista (no
presencial) que el 2 de noviembre cumplirá dos años de existencia. Para saber
de sus debates os invitamos a transitar por su blog: http://redescordialidad08.blogspot.com/
Forma parte de una respuesta
que Fraser da en una entrevista a Bhaskar Sunkara titulada “El gato saltó de la
caja”, recogida en Nancy Fraser (2019): ¡Contrahegemonía
ya! Por un populismo progresista que enfrente el neoliberalismo. Argentina,
Siglo Veintiuno, p. 91.
Para entender este debate resulta muy interesante el
libro: Judith Butler, Nancy Fraser (2000/2016): ¿Reconocimiento o redistribución? Un debate
entre marxismo y feminismo. Madrid, New Left Review. Traficantes de sueños.