Una persona culta es aquella (…) que sabe cómo elegir compañía entre los hombres [y mujeres], entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. H. Arendt

lunes, 18 de julio de 2016

80 ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN: MUJERES LIBRES

La guerra civil española, y la revolución social, que se desencadenó en julio de 1936 tuvo muchos componentes: social, político, cultural, militar, etc. En ese “etc” se encuentra el componente de género que estuvo presente en el conflicto bélico y también en el proceso revolucionario que el anarquismo puso en marcha en España. Las mujeres, que habían mejorado con lentitud su situación de marginación y subordinación sistemática (mejora acelerada en el aspecto jurídico durante la II República), se jugaban mucho en el proceso de guerra-revolución y se lanzaron decididas a no permitir el retroceso que supondría la victoria del bando insurrecto.


Mujeres Libres, tanto la revista en mayo, como la organización entre julio y septiembre de 1936, nació en guerra, nació en revolución. Las mujeres que formaron parte de esta red de cordialidad (Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada, Amparo Poch, Soledad Estorach, Pepita Carpena, Concha Liaño, Pilar Granjel, Nicolasa Gutierrez (Nic), Apolonia y Felisa de Castro, María Cerdán, Elodia Pou, Áurea Cuadrado y otras muchas), como la llamó Lucía Sánchez, se lanzaron a contribuir al éxito de la emancipación social y de género. Partiendo de las dos primeras agrupaciones, la de Madrid y la de Barcelona, la organización se extendió y llegó a tener alrededor de 20.000 afiliadas y 147 agrupaciones con incidencia especial en el Centro (15 agrupaciones más 13 en barriadas de Madrid) y en Cataluña (40 agrupaciones más las 6 en barriadas de Barcelona), seguidas de Aragón (14 agrupaciones de las que solo se han localizado 5), Valencia (28 agrupaciones) y Andalucía (dos agrupaciones: en Granada y Almería).


Mujeres Libres”, que se expresó a través de la revista del mismo nombre, fue la única organización que en la década de 1930 se propuso luchar por la liberación de la mujer con autonomía de su propio entorno libertario y con objetivos de género propios a los que no renunció por ganar la guerra o por ganar la revolución, conscientes de que sin la liberación de género no habría victoria posible.
Muy pronto  quedó claro que la guerra no sería breve, y que requería el sostén de la retaguardia  y el concurso de las mujeres, nadie dudó de la necesidad de que se movilizaran, especialmente en las zonas donde la revolución acompañó a la guerra. Las mujeres accedieron al espacio y a las responsabilidades públicas y se produjo una inversión de los roles tradicionales.


El conflicto bélico  constituyó una experiencia de libertad y de responsabilidad sin precedentes para las mujeres. La mayor parte de las trabajadoras tomaron conciencia de sus capacidades y valoraron su nueva independencia económica. Sabemos poco de la naturaleza íntima de la guerra pero sí conocemos que se produjo un crecimiento de las tasas de ilegitimidad durante el conflicto. Y es que la gran novedad fue que la mujer tenía que vivir sola, salir sola y asumir las responsabilidades familiares sola, algo que siempre se había considerado imposible y peligroso. Las mujeres conquistaron la libertad de movimientos y de actitud en la soledad y el ejercicio de responsabilidades: libres del corsé, de los vestidos largos y ajustados, de los sombreros molestos y, a veces, de los moños y las trenzas, aparecieron los peinados de las mujeres masculinizadas, el uso del pantalón con el que el cuerpo femenino podía moverse, podían salir solas, explorar la sexualidad y, a veces, decidir la vida propia. Lucía Sánchez es el ejemplo más claro de esta ruptura de estereotipos en esa imagen en la que camina al lado de Emma Goldman con el pelo corto, pantalones y corbata, pero no es un caso único. En Barcelona las mujeres de los ateneos, antes de la guerra, eran tachadas de prostitutas por atreverse a llevar pantalones  -incluso pantalones cortos- y cortarse el pelo.


Su grado de conciencia feminista llevó a estas mujeres a cuestionar el sistema patriarcal y a vincular la emancipación femenina con la transformación revolucionaria. Con una gran modernidad de planteamientos asentaron la libertad femenina a partir del desarrollo de la independencia psicológica y de la autoestima, solo factible poniendo en valor, además de la lucha social, la lucha individual, la llamada “emancipación interna” de la que hablaba la anarquista Emma Goldman. De este modo, las mujeres se convertían en sujetos de su proceso de liberación, que no solo se basaba en la independencia económica, sino en el empoderamiento y la afirmación de la personalidad femenina.
Liquidada la revolución y perdida la guerra, el triunfo del bando insurrecto propició una dictadura con rasgos fascistas que supuso una derrota de género de grandes dimensiones unida a la derrota política, social, económica y cultural. El nuevo régimen fue un duro correctivo para estas mujeres que, o marcharon al largo exilio, o vivieron un auténtico exilio interior intentando mantener una lucha constante por negar la sumisión femenina impuesta por el franquismo.


miércoles, 13 de julio de 2016

¿#TodosSomosLeoMessi? CON BREVEDAD: NO, NO Y NO

Escribía en febrero de este mismo año sobre la corrupción que... 

...si continuamos pensando que la corrupción es cosa de cuatro políticos/as que están en el poder y que con retirarlos de los partidos y del poder político se soluciona todo, estaremos prolongando un mal endémico que tiene difícil solución. La regeneración tiene que venir de abajo a arriba, empezando, por ejemplo, por no avalar a quien practica la corrupción, sean los partidos, el vecindario, las consultas médicas sin factura, las chapuzas sin IVA o los/las colegas del trabajo.


Me olvidé incluir el mundo del deporte, especialmente el llamado “deporte-rey”, el futbol. Y olvidé referirme al Barça, ese equipo que siempre ha hecho gala de ser más que un club. Un equipo que, en efecto, pretende ser más que un club tomando postura en favor de la independencia de Cataluña cuando, solo en este territorio, un porcentaje importante de sus seguidores (nunca saldrá esa encuesta como tantas otras que son inoportunas para quienes gobiernan en Cataluña) no son partidarios de tal opción política (solo tenemos el referente de las últimas elecciones autonómicas en las que, mal que les pese a Junts pel sí + CUP, no llegaron a obtener ni la mitad de los votos), pero no olvidemos que el Barça tiene muchos seguidores/as fuera de Cataluña. Pese a ello, todos los que optaron a la directiva del Barça se hicieron una gloriosa y patriótica foto mostrando su compromiso con la independencia y dejando fuera de juego a quienes no lo son. Por cierto que las elecciones a la Directiva se realizaron el glorioso 18 de julio (de 2015).

Y ahora el Barça se posiciona de nuevo al lanzar una campaña en favor de Messi condenado a 21 meses de cárcel por fraude fiscal, de hecho el hashtag #TodosSomosLeoMessi llegó a ser trending topic mundial.

Como ya he explicado mi postura respecto a la corrupción y el fraude fiscal, no insistiré en ello. Solo reafirmarme en que me avergüenza vivir en un país en el que se vota a corruptos y a partidos que espían a otros partidos para desprestigiarlos, se hace la vista gorda ante cualquier chanchullo y se justifica a defraudadores/as, desde la casa real al glorioso Messi.

domingo, 3 de julio de 2016

FASCISMO Y SEGURIDAD DEL SILENCIO

La coincidencia en la lectura de los libros de Nico Rost y Vasili Grossman sobre Dachau y Treblinka no quedó solo en ellos sino que ha coincidido también con la película “El caso Fritz Bauer” del director Lars Kraume que vi a mediados de mayo y la lectura del artículo de Steven P. Remy, publicado en la revista de historia Ayer, nº 101: “Las universidades alemanas y el nacionalsocialismo: la Universidad Ruprecht-Karls de Heidelberg”.


La película alemana, estrenada en 2015, tuve la suerte de verla en versión original y apreciar la calidad de sus actores principales. En 1957, el Fiscal General Fritz Bauer, comprometido con la detención de los criminales de guerra nazis ve la oportunidad de detener al SS Adolf Eichmann, involucrado en el funcionamiento de los campos de concentración al más alto nivel. Sin embargo Bauer se encontrará con múltiples dificultades en la RFA teniendo que tomar una decisión en la que podía ser acusado de traidor. Al margen de la calidad de la película, yo no pude despegar la vista de la pantalla en los 105 minutos que dura, el tema que plantea encaja perfectamente con el tema del castigo a los colaboradores del nazismo tras la guerra.

El interesante artículo de Remy examina cómo los académicos de una Universidad de provincia,  como la de Heidelberg, reaccionaron ante la llegada del nacionalsocialismo. El autor del artículo va mostrando la existencia de un difuso antisemitismo previo y cómo se percibía la humillación nacional de 1918 que derivaba en un claro antirepublicanismo. De esta manera cuando en 1933 Hitler llega al poder, una parte importante del profesorado y alumnado asumieron contentos el proceso de nazificación que se hizo tanto desde arriba, por decreto, como  desde dentro de la universidad, a través de un proceso de “homogeneización” (56) que supuso la depuración de una buena parte del profesorado ya que en 1938, Alemania (incluyendo Austria) había perdido el 39 por 100 de sus profesores universitarios. El profesorado que colaboró con el nazismo enfocó sus estudios e investigaciones al proyecto de purificación racial de Alemania, en su expansión bélica, en el imperialismo económico y en la ofensiva cultural hacia la Europa ocupada.


Tras la guerra, sin embargo, los profesores de Heidelberg construyeron una narrativa de justificación que sirvió para absolver a todos –salvo unos cuantos- de su conexión con el nacionalsocialismo y permanecer en sus puestos.
Por tanto cabe preguntarse si los propósitos de Rost y Grossman de que no se olvidara lo ocurrido y los causantes de tanto sufrimiento pagaran por sus crímenes, fueron condenados.

Sabemos que no fueron castigados la mayoría.
Decía Hannah Arendt en Eichmann en Jerusalén  que la abrumadora mayoría del pueblo alemán creía en Hitler y que contra esta ciclópea mayoría se alzaban unos cuantos individuos aislados que eran plenamente conscientes de la catástrofe nacional y moral a que su país se dirigía.  Para Arendt, en Alemania se produjo la debacle moral de toda una nación (163). El colaboracionismo generalizado de gran parte de las autoridades y de la población, en el resto de Europa, especialmente en su parte oriental, extiende dicho colapso moral a casi todo el continente. Los movimientos de resistencia fueron esa parte excepcional que reaccionó contra la barbarie.

¿Cómo juzgar, pues, a millones de personas tras la guerra?

En lugar de un ajuste de cuentas a todos los implicados en el nazismo, se apropiaron del discurso que interpretaba que solo unos pocos se habían comprometido significativamente con los nazis y que esa minoría fue juzgada en Nuremberg y, por tanto, permitía al resto “la seguridad del silencio” que decía Dirk van Laak e instaurar una cultura del olvido que en la década de 1950 arraigó en toda Alemania. La desnazificación se dejó en manos de los propios alemanes, como bien se explica en el artículo sobre la Universidad de Heidelberg, que  ocultaron y excusaron la complicidad voluntaria del profesorado con el nacionalsocialismo. Cuando la supuesta desnazificación llegó a su fin, el Parlamento de la RFA aprobó una amplia amnistía en 1951, gracias a la cual cientos de ex nazis volvieron a sus puestos como funcionarios, en las universidades, etc.

Como bien señalaba Heinrich Böll en la llamada “literatura de los escombros”, los jóvenes de posguerra vivieron una crisis de identidad provocada por el trauma del nazismo sobre el que no se había hecho una auténtica reflexión. No se abordó el problema fundamental de la responsabilidad moral ante la ocupación del poder por los nazis y por tanto no fue posible un distanciamiento del Estado criminal bajo el que habían vivido los alemanes. Algo de esta crisis de identidad se observa en la película de Lars Kraume.

¿Y en España?
Cuando estoy redactando estas notas se ha sabido que en Tortosa, su población, consultada en un referéndum sobre la posibilidad de destruir el monumento al alzamiento nacional que ahora hace 50 años inauguró Franco en mitad del río Ebro, se ha pronunciado por conservarlo. Y encuentro que hay una línea que une esta decisión vergonzosa con esa seguridad del silencio y la cultura del olvido que el totalitarismo franquista impuso durante 36 años y que en ese referéndum ha vuelto a triunfar 40 años después.