La trampa primera,
grave donde las haya, es mantenerse enrocadas/os en que la independencia es un
“mandato” de la ciudadanía en las últimas elecciones catalanas que Junts pel sí convirtió en un referéndum.
Como consulta, la independencia no alcanzó ni tan siquiera el 50% de los votos
favorables incluyendo a la CUP, la
única opción que, además de Junts pel sí,
se había decantado por dicho proceso,
aun mostrando importantes diferencias respecto a dicha coalición formada por CDC y ERC.
Mantener el proceso de
independencia, por tanto, es antidemocrático, la mayoría en diputados es
consecuencia de una ley electoral española que prima a las mayorías y que en
Cataluña han mantenido pese a tener competencias para elaborar una ley
electoral propia.
La segunda trampa, que
procede de algunos sectores de la CUP
es vendernos la idea de que el proceso independentista no es nacionalista y
compatible con el anarquismo. La creación de un nuevo Estado en Europa, nunca
podrá ser compatible con el anarquismo
cuya idiosincrasia pasa por la eliminación de las instituciones que configuran
el Estado, instituciones concebidas para disciplinar, oprimir y limitar la libertad. Convendría que aquellos
que dicen estar orgullosos de ser anarquistas, como Antonio Baños, cabeza de lista de la CUP, pensaran en lo que significan
dichas ideas, aun entendidas de manera abierta y flexible, y su actuación contradictoria al negociar en los salones con Junts pel sí
que han impulsado una política neoliberal hasta hoy mismo.
La rebelión no puede
pasar por la maquinaria del Estado, ni siquiera de uno “pequeño” cuyos
fundamentos son exactamente los mismos que los de mayor tamaño. Eso sin hablar
de lo que significa el nacionalismo, fundamentado en la nación como núcleo de
unión interclasista y defensor de rasgos identitarios siempre excluyentes. Luchar
para erradicar todas las formas de la dominación es incompatible con
envolvernos en una bandera nacional y con la construcción de un nuevo Estado.