Aunque lo habitual en estas
revistas, como ya se ha dicho, es que no existan referencias a acontecimientos
de carácter político, sindical o cultural, con la intención de aislar a la
mujer de su entorno concreto, sí aparecieron algunas menciones de este tipo
destacando por encima de todo la importancia que dio La Ilustración de la Mujer a la convocatoria de un Congreso
Femenino Nacional. Resulta evidente la conexión de las mujeres que están detrás
de estas revistas con colegios que defendían el acceso de la mujer a la
educación y la cultura y con intentos organizativos para consolidar alguna
asociación femenina estable.
La
Muger era la
revista que estaba más atenta a los acontecimientos concretos, por ejemplo
mencionaba la celebración del “primer meeting del bello sexo” al que habían
asistido 37 señoras y cuya secretaria había sido la directora del periódico
Therese Coudray de Arámburu. En este mitin se habían tomado dos decisiones que
eran un claro reflejo de los planteamientos de esta revista: “nombrar una
Comisión de obreras para velar por ellas y contribuir a su perfeccionamiento” y
en segundo lugar “fundar una Sociedad general de señoras sin distinción de
clases ni categorías”. De ninguna de las dos iniciativas, una dirigida a las
obreras y la otra a las señoras, se
volvió a hablar en la revista, pero la iniciativa nos indica que había un grupo
más o menos coordinado que tenía interés en organizarse de forma permanente. En
este grupo es factible que estuvieran las colaboradoras de La Muger, A. Dela, Concepción Gimeno, Luisa de Altamira, Amparo,
Conchita Tey y Mª Pilar Sinués.
Sin duda alguna la más conocida de
este grupo de colaboradoras fue Mª Pilar Sinués, nació en Zaragoza hacia 1835 y
profesó en un convento del que salió para casarse con José Marco, periodista y
escritor, por poderes. Fue una de las autoras más prolíficas de su tiempo con
activa vida social. Falleció en Madrid el 19 de noviembre de 1893, sola y
abandonada por su esposo, después de haber dedicado gran parte de su obra a
aconsejar al resto de las mujeres sobre el matrimonio.
Su obra emblemática fue El Ángel del Hogar (1859), donde mostró
con nitidez los perfiles isabelinos que configuraban la domesticidad española y
explicaban la temprana canonicidad de sus escritos. Entró en contacto con obras
más laicas de procedencia francesa y tradujo y adaptó biografías de mujeres
célebres, adoptando incluso ciertas técnicas realistas. Puede considerarse la
figura isabelina más liberal y burguesa de la época.
Sinués, es una figura clave en el
desarrollo de la lucha por la autonomía femenina, a pesar de que los críticos
que han examinado su obra la consideran una autora de segunda fila, mediocre y
promotora de la ideología dominada por la figura femenina del ángel del hogar, escritora sentimental e
intelectual antifeminista y antiemancipacionista. Pese a ello, Sinués “escribió
explícitamente para las mujeres y buscó de forma constante el acceso a una
educación más amplia para ellas”. No es sorprendente, según Mª Cristina
Urruela, que Sinués reflejara en su obra actitudes de la cultura dominante,
comenzó a escribir “en una era influenciada por la ideología romántica, en la
que las mujeres raramente alcanzaban la autonomía intelectual. Más tarde,
cuando se impuso la tradición realista, la percepción general (…) era que las
mujeres no podían escribir este tipo de novelas, ya que carecían de
experiencia”.
Sinués fue una escritora que estuvo
a favor de la educación de las mujeres y de la ampliación de su papel
productivo en la sociedad. Como escritora profesional entra en contradicción
con ese ideal femenino del ángel del
hogar que se detecta en su obra. Fue económicamente independiente, no tuvo
hijos y se separó de su marido.
La colaboración de Sinués en La Muger en el año 1882 corrobora esta
evolución en pro de la autonomía de las mujeres.
En la misma línea organizativa que
planteó el mitin del bello sexo
celebrado en 1882, estaba la propuesta de celebración del Congreso Femenino
Nacional de 1883. La iniciativa de una “Junta de señoras” de Palma de Mallorca
para la celebración de un Congreso, apareció publicada en la prensa en agosto
de 1883. Esta Junta de señoras había aprobado varios acuerdos entre los que
estaba la elaboración de una circular manifiesto exponiendo el objeto del
Congreso y la organización en toda España de numerosas asociaciones “que
respondan a la grandeza de la idea iniciada”, prescindiendo por completo de la
política, para evitar prevenciones o antagonismos. La circular fue bien acogida
por La Ilustración que les envió a
“las distinguidas señoras” el pláceme y también por La Tramontana, periódico librepensador y ácrata, que consideró
importante el documento por ser un “lloable progrés en la part de la humanitat
fins avuy més refractaria a aceptar las innovacions dels temps moderns”.
La Circular de la Junta de señoras
sintetizaba perfectamente el pensamiento de las organizadoras, que se puede
encuadrar dentro de lo que se ha denominado en este trabajo como feminismo
liberal.
La Circular empezaba haciendo
referencia a que:
“… a medida que la fuerza intelectual del
hombre se ha ido desplegando y a medida que, por consecuencia ineludible se han
dado pasos más firmes en la senda del progreso, la mujer ha visto ensanchar sus
horizontes y ha logrado un puesto que hubiera parecido un sueño para los
hombres primitivos”.
Afirmaba que en aquel momento la
mujer había llegado a ser “casi la compañera del hombre” y dicen casi porque “aún es el territorio
adquirido por conquista a quien se va concediendo (…) derechos que sólo se le
niegan porque el dominador no siente todavía esos generosos impulsos que a la
igualdad conducen”.
Esta propuesta de igualdad venía
acompañada de una clara crítica de los estereotipos femeninos que dotaban al
hombre con la virtud de la razón y a la mujer con la virtud del sentimiento y
planteaban que hombre y mujer podía complementarse:
“A primera vista es
inconcebible este deslinde que el hombre hace: por un lado merma cuanto puede
la nivelación de condiciones porque él supone valer más; por otro dispensa a la
mujer toda protección y ayuda. (…) Cuando el hombre piensa, la mujer no pasa de
la categoría de auxiliar poco apto (…). Cuando el hombre siente, cuando se abandona
a sus propios impulsos, la mujer sube de talla y en su exagerado
sentimentalismo llega a doblar la rodilla ante los altares que en su honor
levanta. (…) La mujer no es un auxiliar ni una diosa: es sencillamente el
complemento y con frecuencia el corrector y a veces hasta el director del
hombre”.
Por tanto, la Circular consideraba
equivocada la idea de que la mujer era más sensibilidad que inteligencia. Pero aun
reconociendo que la mujer pudiera ser más sensible que inteligente, esto no
justificaba su falta de educación sino al contrario, llevaba a la necesidad de
educar la inteligencia de la mujer porque así “valdrá más cuanto más piense y
sepa”. Consideraba la Circular que el hombre tenía que:
“(…) educar a la que ha
de ser madre, cargo importantísimo, a la esposa y aun hasta a la joven
abandonada y sola, que si más supiera no se vería llevada a las puertas de la
prostitución…”
Rechazaba la Circular, la razón de
la costumbre, como razón para mantener la desigualdad de la mujer ya que hay
muchas excepciones de mujeres que demostraban su inteligencia a pesar de que
“el hombre ha acaparado siempre los medios de educación y de progreso que a la
mujer negara”.
Los objetivos de la lucha de la
Junta de Señoras y del Congreso, eran claros: “la regeneración de la mujer
mediante su educación e instrucción”. La eterna lucha entre la ignorancia y la
instrucción, la tradición y la modernidad, la luz y la oscuridad, era una
batalla en esos momentos esencialmente femenina:
“Han acabado los tiempos
del oscurantismo para el hombre, pero aun vive en las sombras la mujer y es
preciso derramar sobre su cabeza la luz de la verdad, para que no sea la
inconsciente víctima de todas las torpezas (…) para que cuente con la
protección de un escudo sólido que haga invulnerable su virtud”.
El cambio permitirá a la
mujer “cumplir dignamente las responsabilidades anejas a su condición de madre
y al mismo tiempo participar de los incalculables beneficios que le ha de
deparar la nueva era de progreso ciencia y amor. Trilogía simbólica del siglo
XIX, siglo de las luces, del vapor y de la electricidad (…)”.
El medio para llevar a cabo este
“vasto plan”, es decir, la regeneración
de la mujer era la atrevida empresa de convocar un Congreso Femenino Nacional.
El Congreso tendría lugar en Palma de
Mallorca, localidad donde estaba ubicada la Junta de señoras, cuando lo decidieran las Asociaciones “que se
irán estableciendo en todas las capitales del territorio español y la Junta que
suscribe…”. “La Asamblea será nacional” aunque se invitará a “eminencias
extranjeras”. “Oportunamente se anunciarán los temas que deban tratarse…” y más
adelante aparecerá un periódico “órgano de esta Junta y de las otras de España”.
Poco después aparecieron publicados
veinte acuerdos de la Junta de Señoras entre los que destacaban los de carácter
organizativo:
El 3º que habla de
“Organizar en toda España numerosas asociaciones que respondan a la grandeza de
la idea iniciada, prescindiendo por completo de la política, cuidando de que no
se susciten prevenciones o antagonismos que puedan malquistar con creencias
religiosas, sociales o filosóficas”.
El 6º “Invitar a las
señoras hoy asociadas a reunirse con la mayor frecuencia posible: adquirir un
local y practicar deberes para con la beneficencia”.
El 8º “Ponerse en
contacto (…) con todos los centros científicos, literarios, políticos,
religiosos, de industria, comercio, agricultura, artes y oficios, instructivos,
económicos, sociedades obreras y demás (…)”.
La reacción de La Ilustración, ya se ha señalado que fue de entusiasmo y apoyo,
tal y como quedó reflejado en un artículo sin firma, titulado “Adelante”. Este
artículo muestra el grado de coincidencia con las organizadoras del Congreso y
con sus objetivos. El artículo afirmaba que el manifiesto del Congreso estaba “escrito
con una discreción y templanza que augura[ban] el éxito más completo”.
El artículo afirmaba que el
manifiesto mostraba:
“…una fe sólida e
inquebrantable en la justicia de la causa que la mujer defiende. La falta de
esa creencia, diríamos que es la causa de hallarse aún la mujer postergada,
pues tan largo ha sido el periodo de su abatimiento, y tanto había oído decir
que era incapaz e inferior al hombre, que apenas se atrevía a dar crédito a los
que generosamente venían a despertarla de su letargo”.
Incidía también en la importancia de
la:
“… asociación de las
voluntades y las inteligencias” para conseguir resultados “en cuestión de
proyectos y aspiraciones hacia la emancipación o bienestar de una clase
determinada”.
“Hoy día es infinito el
número de mujeres que tiene verdadera conciencia de sus derechos, pero el
aislamiento en que se encuentran y los impulsos de la modestia les impide hacer
alarde de sus convicciones”.
La iniciativa de la Junta de señoras
indicaba, según el artículo, “que se
entra[ba] franca y decididamente en un
periodo de acción colectiva” que animará a actuar a las mujeres. También indicaba
“que existe en la mujer española, ese ánimo viril que tanto se encomia en las
extranjeras”. Parecía que la mujer “del mediodía” aceptaba su suerte, o sea ser
una eterna menor de edad, soportando “su cadena cubierta de flores”. Y afirmaba
que:
“Se puede ser hermosa y
tener seso, y sobre todo, cuidar de sus derechos (…) para salir de la categoría
de mueble de adorno, animal de recreo o bestia de carga, que es a lo que viene
a parar, en definitiva la mujer que se anula política y civilmente en época en
que los hombres andan tan celosos de su dignidad de ciudadanos…”.
Reclamaba que nadie le regalara nada a la mujer, ésta había
de levantar “su frente y pidiendo lo que
legítimamente le corresponde, es la mayor prueba de que los merece y es digna
de disfrutarlos”.
No rechazaba el artículo, la
colaboración masculina pero convenía “cierto espíritu de independencia y que se
haga sentir la voluntad y el criterio propio de las interesadas”.
Concluía gritando un “¡Adelante!” y
que no se respondiera a las provocaciones porque “los hombres que han de
oponerse a vuestro intento, son los que temen representar un papel ridículo al
lado de la mujer ilustrada”.
Este Congreso, a pesar de que no se
celebró, aunó muchas iniciativas que estaban fraguando en diversas zonas y con
ideologías diferentes. Se sabe, por ejemplo, que La Constante Alona, logia en la que estaba Mercedes de Vargas, “Juana
de Arco”, apoyó esta iniciativa. Fue Mercedes de Vargas quien redactó una
Circular de adhesión aparecida en La
Humanidad.
TODAS LAS LITOGRAFÍAS REPRODUCIDAS SON DE EL ÁNGEL DEL HOGAR MODA, Mª PILAR SINUÉS.